2.15.2017

ANDRÉ CRUCHAGA

VOZ REFLEXIVA E INCANSABLE

Extraño la luz de este camino que dan los nombres,
como rotas páginas perdidas con los años”…
Francisco Domingo Calles 

Cuando en 1990 tuve en mis manos una muestra de los versos escritos por el poeta André Cruchaga, los degusté durante largas jornadas. Lejos estaba de imaginar que un día estrecharía la mano de este hombre oriundo de Nueva Concepción (Chalatenango, 1957), para sellar una amistad que iría en alza.
De aquellos escritos a la fecha he acumulado cuanto poema de este autor, los cuales han aparecido en revistas y periódicos que cedían espacio en aquel entonces “por caridad a la cultura”, acción que se ha perdido porque al propietario de los medios de comunicación no les deja dividendos económico.
Sin embargo, aún hay un medio impreso que cree en los artistas y contra viento y marea ha mantenido una revista cultural que data desde aquellos Sábados Culturales (1980), pasando por el Suplemento Cultural 3000, inaugurado el 24 de marzo de 1990, idea gestada en sus creadores Gabriel Otero y César Ramírez (Caralva).
En dicho Suplemento han publicados sus trabajos tanto noveles como avezados escritores, algunos de ellos han puesto muy en alto el nombre de El Salvador. La acumulación de sus escritos ha sido por cuestiones de estilo y de búsqueda de un lenguaje no prosaico, tal como escribiera Juan Larrea, defensor de la teoría Creacionista con su estética defendida por Vicente Huidobro:
“El siglo veintiuno verá nacer el reinado de la poesía en el verdadero sentido de la palabra, es decir, en el de creación como la llamaron los griegos”, (1) lo cual buscaba –busca, según mi criterio poético-, romper con esquemas arcaicos para proponer nuevas formas de escritura, sin que la metáfora se sienta agraviada o  forzada a ser nomás un verso decorativo.
No niego que en esas noches, con o sin plenilunio, traté de hilvanar cada metáfora, apuntes que me sorprendieron de entrada, pues me gustaron y aquí estoy poniéndome a cuenta para no dejar “burra” en mis comentarios, certeros o no, pero en fin son los criterios de un autodidacta metido a escritor.
Y por aquello de que me enjuicien antes del génesis, permítanme cubrirme con el manto piadoso de la escritura, que es benevolente con quien osa tocar su puerta, pero implacable con aquellos que toman “pose” para las cámaras sin haber hallado el acertijo en Peloponeso.
En los corrillos literarios se maneja la tesis de que la escritura es un lenguaje endurecido que vive sobre sí mismo, por ello no nos sorprende el estilo y la búsqueda de un don que le es dado a André Cruchaga, y que éste acoge para sí; de ahí que haya demostrado a lo largo de varias décadas dedicadas a manchar papel, el por qué recibe los frutos de su perseverancia.
Teresa Moncayo, estudiosa de literatura y catedrática de la Universidad de Cádiz, Barcelona, España, al referirse al trabajo de este poeta, acota: “La poesía de André Cruchaga requiere (de) distintas lecturas y tantas versiones… Creo que su poesía está basada en la claridad del pensamiento y se apoya en unas líneas a veces difíciles de “descifrar”... No es una poesía lineal simple y basada únicamente en la forma, desde luego que no, porque dice mucho en poco, y traspasa más por esa forma y fondo que nos incita a pensar (más de la cuenta). Y es bueno “provocar” la reacción del lector. De lo contrario estaría hueca y no lo está”. (2)
El arte poético requiere de sacrificio, dedicación, disciplina… y el poeta que comentamos lo sabe, por eso trabaja como el orfebre, de ahí que las metáforas en su pluma tomen vida impregnándolas de celajes e imágenes que, al ser descodificadas, se imantan de una escritura que sirve de trampolín para subir al podio, convirtiéndose en una lectura grata y apetecible.
Para respaldar mi comentario traeré a colación las palabras del argentino Juan Larrea, quien asegura que “lo único que debe de interesar al poeta es el acto de creación”. (3)
Larrea agrega que “el poema creado es en el que cada parte sustitutiva, y todo el conjunto, muestra un hecho nuevo, independiente del mundo externo, desligado de cualquier otra realidad que no sea la propia, porque toma su puesto en el mundo como un fenómeno singular, aparte y distinto de los demás fenómenos. Dicho poema es algo que no puede existir sino en la cabeza del poeta”. (4) 
Para llegar a esta escala, André Cruchaga, autor del libro Pie en tierra, ha demostrado que nada ha sido fácil, dedicando largas horas a la búsqueda de un lenguaje genuino, creer en sí mismo y darse cuenta de que haber tomado este “largo camino” en un país donde poco o nada se hace por los escritores, es confesarse así mismo que se tiene alma de aedo.
No dudo que quien nunca ha experimentado la fobia de enfrentarse a la página en blanco y en completa soledad, ignora que se establece una comunicación íntima entre el hacedor y la literatura, que al final del túnel el escritor hablará por sus obras a través de su recorrido.
Veamos lo que escribe Roland Barthes en el libro El grado cero de la escritura en torno a la teoría de la comunicación íntima entre el hombre y la página en blanco: “Es la parte privada del ritual (comunicarse íntimamente con la escritura). Se eleva a partir de las profundidades míticas del escritor y se despliega fuera de su responsabilidad… Funciona al modo de una necesidad, como si en esa suerte de empuje floral el estilo sólo fuera el término de una metamorfosis ciega y obstinada, salida de un infralenguaje”. (5)
Y André no se queda atrás. El siguiente fragmento testimonia lo citado: “Hay una lluvia que grita como el pan en la hoja en blanco, existen estertores fermentados en la palma de la mano”.
Por eso es que el paso por la literatura de escritores de la talla de Paul Berlaine, Stéfhane Mallarmé, Charles Baudelaire, Víctor Hugo, Walt Whitman, Erza Poud, Eliot, Jorge Luis Borges, César Vallejo, Carlos William Carlos, Jorge Arturo, Jorge Boccanera, Nicolás Guillén, Pablo Neruda, Tomás Eloy Blanco, Vicente Huidobro, Octavio Paz, Gabriela Mistral…
Y si nos ponemos más patriotas Alfredo Espino, Claudia Lars, Raúl Contreras, Roberto Armijo, Oswaldo Escobar Velado, Pedro Geoffroy Rivas, Roque Dalton… han trascendido por haber encontrado en la palabra un estilo, pero también reconocemos que antes tuvieron que quemar velas en la búsqueda de una poética que dejara huella en las alas del tiempo.
No nos sorprenderá pues, que cuando se da a conocer –en el mundillo literario de esta aldea– un nuevo libro de André Cruchaga, venga impreso en dos idiomas (depende del país que se atrevió y confió en el poeta traduciendo sus escritos), porque hallaremos una voz más iluminada dada su trayectoria.
Así llegaron a mis manos Alegoría de la palabra (1992); Visión de la muerte (1994); Enigma del tiempo (1996); Roja vigilia (1997); Pie en tierra (1997); Rumor de pájaros (2002); Oscuridad sin fecha (Edición bilingüe castellano-cuskera, 2006); Caminos cerrados (2009); Viajar de la ceniza (Edición bilingüe castellano—francés, 2010); Cuaderno de Ceniza (Edic. castellano-rumano, 2013), Balcón del vértigo (2014); entre otros que iremos comentando.
Alzo la mirada, leo los versos de André Cruchaga, deambulo por las diferentes arterias de una ciudad asfixiante y virulenta. De pronto caigo en la cuenta que los escritos de este poeta chalateco no se aíslan del marasmo citadino, sino al contrario, la convivencia con su mismo pueblo coadyuva a darle sazón al manjar que entrega, aunque tengamos que hilvanar cada imagen como para ir redescubriendo sus escritos.
La palabra poética es un arte sin retorno que propone una sombra espesa de los reflejos de toda clase vinculados entre sí. Acertijos acompañados de lo existencial. Ya lo ha dicho mi estimado amigo André Cruchaga, “los palmares no vienen solos”. Yo le agregaría que se necesita ser terco como nuestros abuelos, extasiarse con Trilce, visitar mil veces Macondo, ir a Comala, pedirle permiso a Huidobro por usurpar sus nichos, romperse el cuello y las pestañas.
“Se camina, sin duda alguna escribiendo. Así, se mitigan o derriban muros físicos o mentales. La única consagración la da el oficio. La escritura no sale sola.”, leí alguna vez en el muro de Cruchaga.
¡Vaya que no se equivoca!, pues si ponemos en el caleidoscopio las horas de vuelo que se necesitan para vestir a las ninfas del archipiélago, se cuantificará la aventura sólo por las grandes jornadas ajustadas bajo el sentadero.
Me detendré un momento para echarle un ojo a los textos recién publicado de André Cruchaga, con lo cual se reafirma la tesis de que él está dado a quedarse –con sus escritos- en la retina de sus lectores, quemando velas que a la postre dará fe de mi apreciación sobre el mismo.

Una visita a la poesía
En Lejanía-Away, traducido al inglés por la literata y traductora mexicana Crace B. Castro Haro, quien es licenciada en lengua y literatura inglesa, cuya especialidad es la traducción de textos literarios, el poeta escribe versos –no todos– impregnado de erotismo, sutil, sin caer en la pornografía. Al menos esa apreciación me dio la primera lectura.
“Desciende hasta la sombra viril del azogue/ amotina tus senos en las redes de mis ojos, salpícame de trenes y litorales. / Enrédame en tus poros de matorral ardiente, en tus ijares de íntimos pétalos. / Después deshabítame de tantos espejos: quédate en mi sombra”, plasma André en uno de sus versos.
A través de este espacio felicitamos al pintor salvadoreño David Duque, por haber contribuido con la portada titulada “Sueño azul”, ya que existe una comunicación entre los escritos de André y Cruchaga aquí publicados y la obra pictórica de Duque.
La palabra que se nos presenta en Lejanía-Away es una voz segura del camino trazado por el poeta André, pues en sus escritos encontramos el hurgamiento en los recovecos de la conciencia para cantar todo aquello que sirva de herramienta y convertirla en poesía.
“En los días corrompidos del índigo, el breve pájaro de los agobios en la sala de emergencia… frente a la rosa del torrente desaparecen los deseos fosilizados. –Vos y yo ascendemos al infinito de la desesperación”, nos escribe el poeta como para reflejarnos esa crisis psicológica que vivimos a diario en este país cansado de tanta violencia.
Para nada sorprende que en la poesía de André Cruchaga encontremos imágenes muy bien hilvanadas, pues sólo aquel que es ciego no puede ver que en sus escritos dice mucho y respira, para después exhalar el aire que aún le queda, mancha y escribe, borra y envía al basurero lo que no se depura, porque para nadie es un secreto que este poeta vive la metáfora y el símil, veamos: “Sólo llegando al final, supe cuál era el principio (Ahora, ya desnudo, puedo caminar sobre las aguas). En la flor de la memoria, ya no me asusta la rigidez de los balcones”, escribe André.
Una de las características de los poemas recién publicado por André, además de la profundidad lindando la filosofía, es que está compuesto por versos que no sobrepasan las veinticinco líneas o quizá menos. Aunque aclararé que algunos escritores consideran que si no se escribe un poema-testamento, éste no sirve, en lo personal he incursionado en las distintas formas y me siento bien.
“Entonces yo jugaba con los muertos. Eran los muertos que mis ojos vieron en el vaso del insomnio. Entonces las palabras eran pájaros gigantescos… Yo era parte de los transeúntes frente a ventas frenéticas. Después vino el grito oscuro del reloj”, escribe André como para dar testimonio de una década dura.
Leer a André Cruchaga es sucumbir como Dante a los infiernos y recalar con un ramo de rosas rojas en vez de blancas para la amada, es hacer del símil un manjar para degustar a la luz de la luna, viajar a un mundo que se le ha dado para que le cante a la vida, sin que el lector se sienta “extorsionado” con la metáfora, porque hay que decirlo, muchos dicen ser poetas, pero no llegan ni a tocar a las ninfas, pero los poemas de este vate son un descanso después de la tormenta.
“Me extraño de las puertas y las ventanas, me estremecen las indagaciones, y el ojo en extremo de emoción. (A veces se abren las semanas como un quejido de portón viejo)”, nos escribe el poeta.
A lo largo de los años, los poetas han utilizado la figura del espejo como un tema recurrente en sus escritos, con ello buscan resaltar una imagen, es una simbología de la irrealidad que subyace dentro de una sociedad polarizada, encontrándonos con individuos faltos de sentido común, pues donde reina la intolerancia no dialogan antes de reaccionar de forma bélica y eso, quiérase o no, ahorraría tantas muertes en escasos kilómetros que encierran a este paisito que tanto amamos.
Dicha realidad es cantada a través de la poesía, el cuento, el teatro, la novela… herramientas utilizadas como una coraza en los artistas cansados de tanta violencia. Veamos lo que escribe André Cruchaga al respecto: “Siempre resulta difícil adueñarse de la luz de las ventanas, descifrar los mensajes del arrepentimiento, no permitir que los recuerdos conviertan en sal el calendario”.
Este poeta chalateco conoce el oficio y quien ose desmentirlo, quizá duda de los conceptos poéticos, también sabe que no es fácil sentarse frente al ordenador a plasmar un pensamiento que lo acorrala, ya que la poesía nos lanza las imágenes que debemos escribir al instante, pues si decimos que lo haremos cuando tengamos tiempo, las ideas habrán desaparecido: “Escribir es fácil, sobre todo cuando lo hacemos sobre las falsas promesas, del ojo cerrado del cuerpo”… plasma Cruchaga.
André ha sabido testimoniar -con sus escritos en esta aldea donde subsisten los poetas de “puro milagro”-, es la tarea encomendada a los “juglares”, ya que “El poeta es la plomada de su tiempo”, como lo afirmaba el poeta Ulises Masis.
“De pronto pienso en los abismos del tabú, en los ojos grises de la niebla, en el amor que escurre de un alambique, (ah, las muletillas de las convicciones políticas debajo de las axilas.)/ Disimulo cualquier guisado profético sobre la mesa del horizonte.” Nos escribe.
Por el momento no tomamos un descanso, respiramos, sentimos recorrer en nuestro cerebro las imágenes del libro citado… inhalamos la frescura del aire en un atardecer en la costa del Pacifico, diluimos la fórmula de la siguiente metáfora y continuamos:
“Desnudas arden las palabras en los labios: llueve el solo océano de los trapos, somos las mitades inevitables del sonido, los aleros crecidos en las piernas… Así crece el invierno en la estantería de los párpados”… escribe Cruchaga.
Veamos otros textos del poeta chalateco, publicados en su libro “Lejanía-Away: “Sobrevuelo en el autorretrato del monólogo: Las calles tienen repercusión en el cuerpo, son caballos las sombras anónimas que vagan en la teoría del braceo: de un tiempo acá, hay perdigones de ecos en la ficción”.
Los libros de este escritor sobrepasan las dos docenas y cada verso es un deleite para la retina de quien lo tenga en su biblioteca, así sabrá degustar esta poesía exquisita… sigamos con el análisis de los poemas escritor por André Cruchaga, a ver que sorpresa nos deja en el paladar:
“Cerré ya mi ventana para que no entre el humo de la hojarasca. (Sólo me puedo conformar con el tiempo que todo lo aploma, sospecho que en la conciencia sólo hay escombros y una forma vil de apaciguar la herida”. Escribe el poeta.
André se duele por la realidad que lo circunda y lo plasma: “¿Acaso entra aquí la luz al final de la piel? ¿Acaso hierben los espejos cuando entro o salgo de los recuerdos? –El granizo muerde los taburetes del suelo- la noche donde ladran los perros y enlutan las sombras del cuervo: arrastro mis dientes al vacío”.

Uno más y se va de paso/ Vía libre/Vía lliure
Si el estilo es propiamente un fenómeno germinativo, sus alusiones están distribuidas según la profundidad en que se imbrican, de ahí que la poesía –a través de sus herramientas metafóricas, adjetivaciones o símiles- toma fuerza cuando quien se apasiona con ella sabe descubrir su magia.
Ilustrado por la fotógrafa profesional de origen argentino Graciela Strañak, y traducido al catalán por el experto en filología moderna, catedrático de lengua y literatura española, Pere Besó, con más de una treintena de títulos traducidos, el libro En Vía libre/Vía lliure es otro de los textos dados a conocer por André Cruchaga, quien luego de la tercera llamada, sale a escena, corre el telón acompañando al lector con un verso cargado de erotismo, cuyas líneas despiertan la sensibilidad a flor de piel:
Embebido en la espejismo oscuro de la taberna, el borbollón de olas como la noche terrestre de un burdel”, escribe André.
Con ello no hago más que preparar unas cuantas tazas de café, unas velas aromáticas, la respectiva semita de tres pisos, mi camisa playera, un pants, unas almohadas y ya relajado, a continuar deleitándose con la poesía de este vate, pues como todo poeta que reacciona lleno de esperanza, André le canta a pueblo con evocaciones sutiles: “Soy niño dibujando otro mundo en las redes… nada me sorprende tanto como quien duerme en las aceras”.  
Desde 1990 que tuve conocimiento de la existencia de este poeta chalateco no he perdido su huella, pues sus versos están llenos de vida, aunque en más de una ocasión le he sentido alguna veta lúgubre –pero no siempre-, lo cual es como ver una hoja en medio del bosque de las ilusiones que tiene todo individuo que sueña con ser.
En este otro título se nos presentan versos revestidos de una prosa exquisita, pocas líneas pero plasmadas con mucha intencionalidad, escritas con alambre de alta tensión, veamos:
Cuando la tinta se derrama arrastra todas las cicatrices de la página. Hay una fosa común para el grito, el silabario a punto de convertirse en poema”… escribe el poeta.
André Cruchaga le canta a la vida y a veces encuentro –no siempre-, imágenes desgarradoras pero a la vez llenas de luz, faros de esperanza insertados en la dermis de un ser que sobrevivió a los embates de una tormenta que por poco le arrebata la vida, un poeta que ha visto al rayo expandir las esquirlas dejando mortandad por doquier y, si se corrió mayor suerte, centenares de luceros con muletas, como también ha visto brotar agua en medio de las rocas:
“En la hoja amarilla que se desprenden de las ojeras, los recuerdos impreciso del vaho, las sombras y los barquitos de papel. Caminos desabridos del tiempo en los coágulos de la saliva y la herrumbre… desconozco si las luciérnagas pueden alumbrar todo este bosque y lavar los tantos equívocos de las vestiduras”, nos dice el poeta.
En la poesía moderna –según Barthes- las palabras producen una suerte de continuo formal del que emana poco a poco una densidad intelectual o sentimental… La poesía moderna se opone al arte clásico por una diferencia que capta toda la estructura del lenguaje y que no deja entre esas dos poesías (la clásica y la el verso libre) otro punto común que el de una misma intención psicológica”.
Sin embargo no se debe perder de vista que las dos formas tienen su propia musicalidad y ritmo interior que las diferencia de una a la otra, pues quien lo descubre encuentra un oasis en su retina.
“Tanto bullicio para después quedarme solo en las aceras. Tanta muerte innecesaria. (He pensado en escribir mi próximo poema sin palabras), esta página envejece de aguas, ya el silencio carece de resortes y colchones, tiemblan los barquitos de papel”… reseña André para dibujar esa realidad que no nos atrevemos a ver.
Confieso que al leer a André Cruchaga caigo en el imaginario de los escritos hechos por Sir Arthur Conan Doyle descendiendo a los puentes donde se encuentran a algunos seres como piltrafas humanas tras fumarse la vida con una pipa.
“Después del desván vacío del fuego, los ecos derretidos de la sed. (El mutismo de la noche con todas sus ausencias), -la leña del ciprés se desvanece en presagios:/ a cada funeraria le incorporo los Lázaros, a cada espesura mi sigilo, la edad íntima del laúd,/ y la cobija de la neblinas que a menudo se torna circular en mis andrajos”…   
Cierro por el momento este escrito, pues aunque hubiese querido seguir escudriñando las metáforas llenas de vida de André Cruchaga, me queda el entusiasmo y vivo cada verso como el siguiente:
“No hay lavanderías para la ropa sucia del poema, ni quirófano para las asonancias. Tampoco farmacias que curen las cicatrices de la felonía”…
Cruchaga con una voz adolorida como buscando un rescoldo donde adormecerse por tanta injusticia. Estos son los escritos del maestro, imágenes literarias impregnadas de símiles que han llegado para quedarse en la retina de sus lectores y de quien auguro, seguirá aportando esos versos que ponen muy en alto a este país que tanto amamos.  

Luis Antonio Chávez
Escritor y periodista
Ciudad de Los quemados, agosto de 2016.

1) Manifiesto acerca de El Creacionismo, escrito por el argentino Juan Larrea, publicado el sábado 11 de junio de 2016, pág. 5 y 6, de Diario Colatino.
2) Moncayo, Teresa, catedrática de la Universidad de Cádiz, Barcelona, España: estudiosa del lenguaje, escribió el artículo “Una mirada a la poesía de André Cruchaga”, aparecido en el Suplemento Cultural 3000, el sábado 23 de julio de 2016, de Diario Colatino.
3) Manifiesto acerca de El Creacionismo, escrito por el argentino Juan Larrea, publicado el sábado 11 de junio de 2016, pág. 5 y 6, de Diario Colatino.
4) Manifiesto acerca de El Creacionismo, escrito por el argentino Juan Larrea, publicado el sábado 11 de junio de 2016, pág. 5 y 6, de Diario Colatino.
5) Manifiesto acerca de El Creacionismo, escrito por el argentino Juan Larrea, publicado el sábado 11 de junio de 2016, pág. 5 y 6, de Diario Colatino.
6) Barthes, Roland: El grado cero de la escritura, Edit. Siglo XXI, 5ª. Edición.


Los poetas André Cruchaga y Luis Antonio Cha¿ávez
 

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