5.23.2013

El color de la infancia

                                                      Una novela de valores



* Luis Antonio Chávez

 

 

La literatura centroamericana ha entrado a una etapa de franca renovación, encontrándonos temas donde el hacedor del arte literario saca el mejor provecho al exponer su propia visión de mundo, basada en la experiencia o en la fusión de sentimientos, lo cual ha permitido el surgimiento de intelectuales de gran peso, quienes de una u otra forma dejan su huella.
Empero, asimilar la enseñanza de sus maestros no ha sido fácil, y al empaparse de los conocimientos, los escritores intentan darle el espacio que la literatura merece, sumado a lo estético en temas que –en apariencia- no difieren de sus antecesores, pero cuyas pretensiones son más que elocuente al poner su propio sello o adaptándola a la época.
Crear entornos para romper esquemas preestablecidos con textos que han requerido de una limpieza consciente de parte del autor, a fin de darle un buen espacio a la poesía, el cuento, la novela, dramaturgia y el ensayo; sean éstos de corte lírico, social o rosa, marcándose un hito en su propia historia, ha sido la búsqueda del escritor en todos los tiempos.
Sabedor que para incursionar con buen pie en la literatura debía leer a los grandes maestros: rusos, franceses, alemanes, americanos y latinos… William David Martínez, en adelante D’ Marti, ha ido moldeando sus textos cual ebanista, puliéndolos como a la madera a fin de sorprender y sorprenderse, pues sólo el asombro, la imaginación, la lucidez y la experiencia permutan la madurez acumulada.
Nos resulta imposible no acotar que los textos de este novelista han estado adobándose por largo tiempo dentro de las gavetas, purificándose… de tal forma que los que pasaron la prueba perduraron, mientras otros pararon en el cesto de la basura, como parte del oficio de un escritor.
 

Sacrificio o tozudez
D’ Marti, psicólogo de profesión, aborda temáticas de hechos reales o ficticios, convirtiéndolos en sus herramientas de trabajo, con las cuales desnuda a sus personajes hasta hacerlos confesos de sus acciones, dando a sus escritos suficiente distancia en el tiempo para que cada quien se mueva libre dentro de la trama desarrollada.
Así, con varios galardones otorgados por la extinta Concultura, D’ Marti da a su trabajo narrativo pigmentos aderezados de un fuerte contenido social, pero ello no significa alzar bandera alguna, pues sus héroes son personajes moviéndose en una sociedad ahíta de libertad, percibiéndose en él poco interés en esos temas si se ha logrado la magia exquisita de la escritura.
En su labor como literato, D’ Marti ha dedicado su “tiempo libre” a la escritura de sus textos, pero sabedor está que la incursión al mundo literario implica disciplina, pues éste es huraño, hostil… pero cariñoso con quien descubre las artimañas que ésta esconde.
Agregaré que la permanencia por largos años en España significó para él una formación europea con una camándula de aprendizajes continuos, cuyo costo ha sido la entrega febril de horas tras horas en función de darnos una lectura más depurada, demarcándose en temáticas diversas, sin que por ello se desligue de la patria que lo vio nacer.
Dicho sacrificio lo hace merecedor de confianza en el tinglado literario salvadoreño, lo cual aprovecha para pernoctar y pergeñar con su pluma el tema que lo arrincona hasta entregarnos un producto mejor elaborado.
No obstante, eso tiene un costo: el sacrificio de su familia, pero D’ Marti comprende que mantenerse dentro del tinglado literario nacional requiere de tozudez, robar tiempo al tiempo, considerando la adquisición de un reloj que marque más de 25 horas.
Y es que cada escritor tiene sus propias peculiaridades ante sus homólogos, por lo cual un día pueden sorprendernos con un buen cuento –el que será degustado por los lectores con un añejo vino- o ingresar a la novelística; versatilidad que abonará a su crecimiento.

 
La novela
El mérito narrativo de D’ Marti estriba en la preservación y la dimensión humana de los protagonistas, sumado a la carga emocional que él impone; recursos voluntarios o no, pero que dan fuerza a una labor que requiere de templanza.
Lo citado nos reafirma que al verdadero hacedor del arte no le basta escribir, sino dar un trabajo más depurado, que diga lo que otros no pueden expresar.
Eso sucede con D’ Marti, quien ha demostrado tener madera en el oficio, cuya herramienta primordial es la disciplina, una constancia perenne y perseverante que permite ver hoy su primer novela titulada EL COLOR DE LA INFANCIA.
D’ Marti transfiere el proceder de sus personajes dándoles pensamientos propio, percibiéndose en la novela la psicología de hombres y mujeres que se aferran a su terruño, con sus valores propios de la idiosincrasia donde residen, seres que aman lo existente a su alrededor, enfrentándose a una realidad absorbente, virulenta… haciendo partícipe al lector de cada escena presentada en hechos comunes, jocosos o de misterio, trazos que hacen diferente al escritor del común de los ciudadanos.
Los personajes de EL COLOR DE LA INFANCIA se mueven en una trama que va más allá de una simple visión cotidiana, tomando como escenario el departamento de San Miguel, especialmente la escuela Suiza y el mesón La Merced donde se dan la mayor parte de las acciones; hechos que abarcan también la cancha Miguel Charláix y otros sitios no menos importantes.
El escritor hurga con su narrativa la vida y la viveza de su pequeño personaje: Francisco Valencia, Chico, quien muestra a todas luces cómo el niño –no sólo de esta nación sino a nivel latinoamericano- ha enfrentado una realidad distinta a sus expectativas, pero que ha logrado subsistir ingeniándoselas frente a sus otros congéneres.
La familia de Chico la integran su hermano, Antonio, un joven enamorado que abandona sus estudios para dedicarse a otras labores no remunerables que repercutirán en el quiebre de su futuro: la bebida y las parrandas; doña Marina, su madre, quien vende cigarros de puro en los diferentes pueblos de la zona oriental.
Antonio, para Chico, es su héroe, por lo cual trata de imitar lo que hace, pero siguiendo los consejos de su madre, desiste de ello y opta por recoger en su pequeño cerebro lo que acontece en su diario vivir.
D’ Marti da a cada personaje un valor intransferible, trabajo narrativo que tiene una fuerza inobjetable con elementos que le permiten llevar de la mano –con mucha sutilidad- al lector, quien, sin imaginarlo se ve envuelto en esa maraña narrativa que lo atrapa de principio a fin, mostrando inteligencia en ese lado humano que tienen los seres humanos.
La novela mantiene la unidad temática con personajes del pueblo relacionados con el ambiente migueleño –cuna del escritor-, quienes han vivido de cerca los acontecimientos y la metamorfosis sufrida por esa ciudad.
No se obvia que al autor de EL COLOR DE LA INFANCIA lo que le interesa es rescatar las vivencias y las pericias de Chico, quien a escasos siete años se presenta con la ingenuidad propia de la edad, desbordándose en una trama que riñe al descubrir que el bien es mejor que el mal.
Rescataremos que a D’ Marti poco le importan los lugares donde se desarrolle la trama de su novela, pues el objetivo directo es la persona en sí y su comportamiento dentro de la sociedad, sumado a la pericia al narrar las vivencias de Chico, quien a su corta edad se enamora de Estelita –su primer amor-, hermana de Wilson e hijos de Ernesto Zanetti, un deportista argentino que juega para el Club Deportivo Águila, equipo de fútbol salvadoreño.
D’ Marti atrae al lector de principio a fin, al mostrar en la novela que el pueblo, pese a su situación económica, se las ingenia para salir adelante, nos dibuja con imágenes a personajes que aceptan su cotidianidad, aunque albergan la esperanza de salir del atolladero, logrando que Chico, con sus travesuras, robe el corazón de sus semejantes.
Pero en la novela no todo es felicidad, pues tiene momentos trágicos, como la muerte en accidente de tránsito de Freddy, entrañable amigo de Chico, asimismo se llena de ternura e impotencia cuando Chico se entera que Estelita, tras un año de compartir alegrías en el centro escolar, lo abandona porque sus padres han decidido regresar a su natal Argentina.
En EL COLOR DE LA INFANCIA la trama es lineal y sus personajes son gente común, sencilla, que viven -de acuerdo al marco de referencia- el comportamiento de las nuevas generaciones.
Abramos las puertas a EL COLOR DE LA INFANCIA, con el cual D’ Marti ingresa a la palestra literaria salvadoreña y donde el escritor se perfila desde ya a quedarse en los anaqueles de cada biblioteca para ser degustado, a sabiendas que la literatura es hostil, pero que llena de satisfacciones a quienes ingresan a ella con pie derecho.

 

Escritor y periodista

San Salvador, 23 de junio de 2001




 

 

 

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