12.02.2009

Abogada involucrada en plagio literario


Los periodistas Renán Alcides Orellana (Izquierda) y Enrique Castro, comparan los poemas ecritos por Nancy Orellana y la abogada Kenny Rodriguez


La hija de un reconocido periodista y escritor, víctima de la desfachatez de la togada, lo único que desea es que esta última se retracte de mostrarlos como propios

* Luis Antonio Chávez
Texto y fotos, escritor y periodista

La publicación de un poema anunciando un recital poético aparecido el 28 de septiembre de 2009, en la página 19 del Diario Colatino, con el título Cuarto Creciente, apoyado por la fundación Metáfora, y cuyo libro saldría con el sello de la Editorial La Cabuda Cartonera, atrajo la atención de la socióloga Nancy Orellana, hija del escritor y periodista Renán Alcides Orellana.
Si bien la noticia pasó desapercibida por un vasto sector cultural, no lo fue para Nancy, quien al ver el anuncio llamó a su padre y le dijo que el poema impreso en el vespertino, bajo la autoría de la poetisa y abogada Kenny Rodríguez, con más de 25 años dedicados a estos menesteres literarios, era suyo.
Tras algunas pesquisas periodísticas, compilando testimonios de personas de reconocida trayectoria, como el poeta y licenciado en Ciencias Jurídicas Rafael Mendoza “El Viejo”, y el periodista Enrique Castro; ambos confirman haber visto los manuscritos de Nancy, quien ahora exige de Rodríguez compare los textos impugnados con los suyos.
Mendoza dijo conocer a la familia Orellana desde hace más de 30 años, cuya formación ha sido con valores y recordó haber leído por primera vez los versos de Nancy en la década de los 90, por lo cual da fe de su autoría.
“Están impresos en un formato matricial, pues en ese tiempo se trabajaba en la computadora con el programa Word Perfet, muestra de ello es que los disketes en que están guardados los archivos está costando abrirlos”, asegura.
Agrega que en la época que su hija Xochilt comenzaba a escribir, también lo hacía Nancy, explicando que aún conserva manuscritos de ella que datan de los años 90 y 95, cuando la víctima trabajaba en IDHUCA.
Dice que algunos poemas de Nancy fueron agrupados bajo el título Confesiones entre tiempo, textos que testimonian los 18 años de haber sido escritos.
“Los poemas escritos en tres cuadernos fueron agrupados –no todos-, en un libro titulado Confesiones entre tiempo, los cuales mandó Nancy a un certamen; lo cierto es que se puede seguir la huella de la autoría de Nancy con sólo verificarlos con los escritos en sus cuadernos”, sugiere Mendoza.

Solicitud
Rafael Mendoza invita al crítico literario Luis Melgar Brizuela u otra persona que haga esa labor, a que verifique, lea los giros semánticos y metáforas hechas por Nancy como testimonio de su veracidad, “se trata de algo tan evidente que no cabe duda que son de ella”.
Enrique Castro se une a la voz de Mendoza y manifiesta: “El mundo es pequeño y la mentira tiene patas cutas, es vergonzoso que un escritor se vea envuelto en un plagio literario, espero que Kenny no sólo se retracte, sino que pida disculpas a Nancy, quien es la autora de esos poemas”, dice.
Mendoza cree que es posible que varias personas hayan estado trabajando en la misma computadora cuando Nancy estaba en la IDHUCA, y si en algún momento Kenny creyó que la víctima se olvidaría de los poemas por su trabajo, que lo mejor sería que ella acepte que no son de su autoría.
“Lo peligroso es que quien usurpó la autoría de los poemas siga insistiendo que son de ella, porque entonces la situación se convertirá en caso legal, lo cual Kenny Rodríguez sabe perfectamente”, explica.
Castro secundó a Mendoza y dijo que hace años el poeta Alfonso Kijadurías también cayó en la tentación del plagio, cuyos poemas eran de un chino -no se pudo probar-, pero que no lo denunciaron por la amistad que tienen con el poeta.
“Las cosas hay que decirlas por su nombre. Hace años cuando dirigía junto al poeta Rolando Elías la página “Un gato en el mundo”, publicada en el Diario El Mundo, nos enteramos que el poeta Alfonso Kijadurías había plagiado a un poeta chino, no lo denunciamos por la amistad que nos unía y por no perjudicar al compañero de letras”, acota.
Cualquiera podría decir que son una “recreación” –como lo hizo Álvaro Menéndez Leal con sus cuentos Breves y Maravillosos, copia idem de los escritos de un cuentista chino-, al defenderse del plagio descubierto por el escritor Alfonso Orantes, padre de la poetisa María Cristina Orantes.
Si bien no se objeta la brillantez de Álvaro como escritor, esta vez fue pillado por Alfonso Orantes quien dio cuenta de ello, lamentablemente la “intelectualidad” salvadoreña enfocó el tema en el prólogo supuestamente escrito por Jorge Luis Borges, olvidándose del tema central: el plagio literario.



La abogada y poetisa María Cristina Orantes, hija de la poeta Elisa Huezo Paredes


Álvaro, si plagió
María Cristina Orantes, hija de Alfonso Orantes, dice que ella estaba muy pequeña pero que con los años se dio a la tarea de verificar si su papá no se había equivocado y comprobó que sí eran un plagio literario, entre ellos el cuento Del ciego, el Del Ciervo y otros, que Álvaro, amparado en eso de la “recreación”, los copió idem.
Orantes manifiesta que a raíz de que su padre descubrió el plagio literario, el escritor y ensayista Luis Gallegos Valdés le dijo que tomara sus precauciones, que no transitara las mismas calles porque algo podía pasar.
“Mi padre iba para una actividad cuando le avisó el ensayista Luis Gallegos Valdés que no saliera, que tomara sus precauciones; entonces decidió no salir y así fue como se salvó de que le dieran una lección”, dice.
Posterior a ese hecho, María Cristina sería testigo de otro plagio literario, pero esta vez era el soneto Salmo, escrito por su madre, la poeta Elisa Huezo Paredes y dedicado para ella, tocándole a ella denunciarlo personalmente.
Se destaca que con lo de “recreación” muchos escritores –novatos y avezados- han caído en la tentación del plagio, de tal forma que hace años el novelista Gabriel García Márquez fue acusado de haber plagiado la novela Memorias de mis putas tristes, sin que se haya comprobado tal delito.
A juicio de María Cristina, en el país pocos escritores registran sus escritos en la oficina de la Propiedad Intelectual, ya que muchos se dedican a otros menesteres para ganarse el sustento diario, por lo cual no se le da la suficiente importancia al tema.

Ni los abogados se escapan
Para nadie es un secreto la anécdota del plagio hecho por el poeta Orlando Fresedo, premiado en un certamen literario, quien al reclamarle su desfachatez dijo al jurado calificador que eran incultos por no leer, que les devolvía la medalla que le dieron, pero el dinero no porque ya se lo había gastado en licor.
El poeta Javier Alas denunció –hace años- a su homólogo Pedro Valle por transcribir los poemas del poeta, médico y alcalde de Aguilares Wilfredo Peña, sin que eso pasara a más.
Rafael Mendoza El viejo también denunció al poeta Carlos Balaguer, columnista de una página en un matutino local, de haber caído en plagio -para variar- de Fourier, un escritor socialista utópico francés, de quien retomó un artículo, pero Balaguer tuvo la valentía de aclarar que sí lo había publicado, pero para sensibilizar a la población del grado de insensibilidad en que ha caído.
Castro agrega que Mario Hernández Aguirre también cometió el mismo desaguisado, de tal forma que las anécdotas de esa índole son variadas y tampoco son ajenas al gremio de abogados.
La actual ministra de Trabajo y ex magistrada de la Corte Suprema de Justicia, Dra. Victoria Marina de Avilés, también le plagiaron un texto literario.
“Fue en mi niñez, una compañera de estudios se adueñó de un texto mío y fue galardonada con primer lugar, cuando llorando se lo dije a mi profesora del colegio recibí un premio de consolación para que no hiciera bulla en pleno acto”, sostuvo.

Interrogantes
Ante la desfachatez de Kenny Rodríguez de defender lo ajeno como si fuese suyo, Nancy Orellana se interroga: ¿Que poeta renuncia fácilmente a la que es, realmente, su obra?, martillando con otra pregunta, como poniendo en tela de juicio la limpieza con que ha actuado la poetisa: ¿Qué poeta no conmina a quien le acusa, a la comprobación inmediata de un cuestionamiento de tanta gravedad?
Nancy sostiene que un día después del anuncio al recital habló con Kenny Rodríguez, quien se comprometió a sacar el poema que da título al libro, actividad a la que no asistió, pero mandó un emisario, quien adquirió el poemario.
“Que acepte su falla y diga que los poemas son de Nancy, ahí termina todo. Aquí están las pruebas de que los poemas son de mi hija, por si fuera poco el día del recital fuimos a escuchar a Kenny y nos dimos cuenta que habían otros poemas plagiados”, explica Renán Alcides Orellana, padre de la víctima, periodista y escritor.
A juicio de Renán, con la lectura de los poemas se ve que hay mala actitud de la poeta Rodríguez, la cual considera inmoral.
“Como padre me solidarizo con Nancy; como escritor me duele la actitud de Kenny, sobre todo porque creo que no tiene necesidad de recurrir al plagio; y como periodista, considero un imperativo inevitable denunciar este hecho, que viene a dejar en claro que, como la abogada, otros poetas pueden caer en la misma falla, pues la línea por la lealtad a los principios es tan delgada y, como en este caso, las consecuencias están claras”, dice el también escritor.
Solución
Renán Alcides Orellana expresa que si sólo hubiese sido un poema, quitándolo del libro terminaba el asunto, pero que al ver el poemario se toparon con varios escritos hechos por su hija, entre ellos los poemas Cuarto Creciente, Hoy (Pág. 8); A Marcela Alfonsina (Pág. 20); XV años (Pág. 22); A José Camilo (Pág. 26); Mujer (Pág. 28) que también son de su autoría.
El doctor José María Méndez, abogado y notario, consultado sobre las repercusiones legales por plagio literario, sostiene que debe hacerse una investigación para descubrir quien es el verdadero autor de los poemas y enfatiza que, desde el primer momento se ha incurrido en un delito.
“Hay que fortalecer las pruebas, examinar y compilar testimonios de quienes han visto los textos de Nancy y de Kenny, ya que hay sanciones penales y la abogada lo sabe perfectamente”, sostiene.
Por su parte, Dany Portillo, de la Editorial La Cabuda Cartonera -involucrada de forma indirecta en este hecho- aseguró haber platicado con las partes involucradas, quienes tratarían de solucionar el problema.
Tanto Mendoza como Castro concuerdan en que Nancy Orellana nunca pretendió incursionar o darse un nombre como poeta, que es una persona a quien estiman y que lo único que desean es que la poetisa Kenny Rodríguez recapacite, que tenga la valentía de aceptar su error, y agregan que se decantan por la verdad y lo justo.
Se insistió varias veces contactar vía celular con la poeta Kenny Rodríguez, quien en un inicio aceptó dar declaraciones, pero después arguyó estar muy ocupada en labores propias de su profesión.

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