“Los
tres me miraban con ansiedad. Me di cuenta de que
contenían
el aliento y sentí cierta simpatía
por
lo que habían tenido que soportar”…
Graham
Green (El agente confidencial)
A inicios del mes de octubre de 2015 sostuve a
través del chat una charla acerca de la literatura nacional con el músico y
escritor Roberto Quezada, recibiendo de él algunos tics muy enriquecedores.
Hablamos de la novela escrita por un autor nacional
de extenso recorrido centroamericano, de la “fama” adquirida, pero que ha degradado
sus escritos por no revisarlos antes de publicarlos.
Bien por el escritor, pero mal por la Dirección de
Publicaciones e Impresos, pues según tengo entendido el libro obtuvo no sé qué
galardón y debían premiarlo imprimiéndolo.
Sé de algunos que han metido su texto para ser
aprobado “por un consejo editor” y después de varios años aún duerme el sueño
de los justos esperando se “apruebe” su publicación.
A todos nos pasa, pero si viene de alguien que sabedor
de que un conocido participa en el certamen se atreve a decirle al jurado que
sólo entrarán al concurso textos con menos de 100 páginas, eso sí está jodido.
No faltó el comentario hacia su novela Leon Cabalo,
leída por mí hace más de diez años y cuyas líneas aún permanecen alojadas en
algún rincón de mi cerebelo.
Y no extraña esa patraña. A mí me robaron un primer lugar
en Cojutepeque. Uno de los jurados decidió dárselo a la hija so pretexto de
“dar oportunidad a las mujeres”…
La interrogante es, ¿cómo sabía que el trabajo
participante en el certamen era de una mujer?
Otro, en Soyapango, tampoco me dio el premio por
aducir que no era de ese municipio… en fin se ven cosas… por eso mi determinación
de no participar en “certámenes viciados”, pues el jurado pasa revista pero no
lee.
Un ejemplo anterior es lo del chico que plagió un
libro completo de cuentos, y al ser descubierto adujo que era un “performance”.
La Cofradía del anillo
Un sábado visité la casa del abogado Víctor Pinaud y
la escritora Juanita Minero, después de disfrutar un suculento almuerzo, nos
tomamos un humeante café con su respetivo pan dulce.
Tras varias horas de exquisita conversación me
invitaron a la presentación de la novela La venada escrita por Minero, evento a
realizarse en la Biblioteca Nacional.
Llegó el día “D” y me aboqué a la Biblioteca. Saludé
a Juanita. Allí vi por segunda vez al abogado Sergio Alfredo Flores Acevedo
quien presentaba su novela La Cofradía del anillo, texto del cual tenía
conocimiento y que si bien carece de edición, lo salva la trama muy bien
estructurada.
Con Sergio intercambiamos números telefónicos… con
los días me entregó el libro antes citado y ahora tengo en mis manos El violín
de Justo Armas, título atractivo para fines publicitarios y no sólo eso, también
de “pegue”, por abordar el tema de las pandillas, sin olvidarse de la guerra.
En la literatura hay dos temas cuyas líneas no me
atrevo a abordar porque además de desconocer sus aristas, tienen muchos
laberintos de donde saldría más perdido que una cabra o quedaría “orate” para
la eternidad. Dichos temas son la Teosofía o la Religión, vaya usted a saber
por qué.
La técnica usada por Flores Acevedo es la novela
Negra o Policíaca, creada hacia el siglo XVIII por el escritor bostoniano Edgar
Allan Poe (Boston, Massachusetts 19/1/1809-Baltimore, Maryland, 7/10/1849); seguida
por Arthur Conan Doyle (Edimburgo, Reino Unido 22/5/1859- Crowbourough
7/7/1930); y Agatha Christy (Torquay, Reino Unido 15/9/1890- Wallingford, Reino
Unido 12/1/1976), como máximos exponentes, sin perder de vista los escritos de
Stephen King´s (Portland, Maine, 25/9/1947).
El violín de Justo Armas
Marco
Alcántara (Ex miembro del Batallón Atlacatl); Rubén Girón (Ex detective de la
extinta Policía Nacional); y Alirio Bracamonte (Sargento de la PNC), así como
lideres de las ranflas nacionales de las pandillas encierran esta trama que se
pone interesante por el suspenso, la filosofía, teosofía y el sarcasmo.
La
investigación del delito, en la novela, está a cargo del Sargento Bracamonte,
quien al verse atado de manos dada la simbología utilizada en la masacre de
cuatro líderes de pandillas, se aboca a don Rubén Girón y al cacique indígena
Adrián Esquina.
Adentrándome en el tema que nos ocupa visualicé la
necesidad de proyectarle a Sergio Alfredo un aliciente: no desmayar en la
escritura y en la publicación de los mismos, pues pese a vivir en una sociedad apática
a la lectura, los que lo hacemos exigimos más que una simple trama, sin
descuidar la gramática, que es tan bondadosa.
En ese laberinto novelístico escrito por Sergio
Alfredo se amalgama la religión, la filosofía, la barbarie de las pandillas, la
teosofía y la simbología Maya, así como las creencias de culturas ancestrales
que ponen los “pelos” de punta.
Además se rescatan virtudes teologales, destaca
cualidades humanas que separan al hombre del “común de los mortales”, pero
también muestra que la avaricia puede convertir al ser humano en una “alimaña” hasta
alcanzar bajos niveles de maldad.
Una de las cosas que valoro de esta novela es el
atrevimiento de Sergio Alfredo Flores Acevedo al tocar el tema de las
pandillas, sus atroces asesinatos, sin olvidarse del narcotráfico afincado hace
años en nuestro país.
“Rubén Girón se acomodó los lentes y se acercó al presbiterio... descubrió
la macabra escena de un crimen… la sangre había chorreado, y con la paciencia
de un relojero comenzó a explorar el lugar… Al acercarse, la expresión fue de
asombro, observó que del grueso cuello colgaba amarrado con una pita de mezcal
un corazón, que indudablemente era humano”...
La
novela abarca la reaparición de miembros del ya conocido y extinto Batallón
Atlacatl, responsable de la masacre del Sumpul, quienes asesinaron a niños que
aún eran amamantados por sus madres.
En la
misma se deja entrever que al no recibir “dadivas” del gobierno tras la
desmovilización, los ex BIRIA se dedicaron –no todos-, al secuestro,
narcotráfico, y por qué no decirlo, tal vez sean parte de los líderes
“palabreros” en las llamadas Ranflas (estructura o clicas), y no sólo ellos lo
han hecho, imagino que también hay ex guerrilleros.
“Lentamente
se acercó para observar la estructura del ídolo. Pidió una lámpara. Alumbró el
interior de la hueca figura y vio que en su base había un charco de sangre,
también tres corazones. Al examinar el lado de atrás fue sorprendido por otra
grotesca escena en la que se encontraban cuatro cabezas atravesadas por los
lados temporales por un tubo de metal”.
Disfruto
este tipo de literatura, pues además de abstraerme de la realidad cotidiana,
observo que hay tramas para muchos, la audacia estriba en cómo se abordan los
temas existentes sin caer en el “plagio”, ya que hay quienes se enojan y hasta
ofrecen irse al cuadrilátero, de lo que se salvó el escritor Alfonso Orantes, papá
de María Cristina Orantes.
“Mientras observaba la ubicación de los
cuerpos, con relación a la colocación de los objetos, vio que mostraban
tatuajes alusivos a alguna de las pandillas”…
El
escenario en El Violín de Justo Armas es vasto, aunque las locaciones –en su
mayoría- son en San Salvador, también el Puerto de La Libertad, Cojutepeque, Chalatenango,
la Residencial Santa Elena…
No
puedo ni siquiera imaginar el sentimiento de impotencia al enterarse una madre
de que uno de sus hijos ha sido plagiado, así como la crisis nerviosa sufrida.
“…Lo
llevaban a hacer sus necesidades fisiológicas, le ponían una venda oscura para
que no ubicara donde se encontraba… Se había sentado en el colchón, con la
espalda apoyada en la pared, le habían cambiado las amarras por esposas de
acero, en los pies y manos, las cuales estaban apresadas hacia el frente”.
Para
asegurarse de que el bien siempre triunfa sobre el mal, Sergio Alfredo hace uso
de algunos textos de las Santas Escrituras, pues en esa lucha, Dios es
fundamental para el acopio de la fe.
“Si
revisa con adecuado interés, en el libro de Isaías capítulo 45 versículo 7
están estas palabras: “Yo formo la Luz, y también he creado la
oscuridad; he creado la paz y he creado el mal; yo, el Señor, he hecho todas
estas cosas”. También en
el libro de Amós Capítulo 3 Versículo 6 se lee “…¿Habrá
mal en la ciudad sin que el Señor lo haya creado?”
Cada
línea de esta novela está impregnada de misterio, el cual se va dilucidando
–como caja de pandora- a medida transcurren los hechos, en donde se juega con
los sentimientos más nobles del ser humano, pues los grupos en pugna han
perdido la sensibilidad hacia la vida.
“Observó
el rostro taciturno de Marco Alcántara. Abordaron los vehículos en silencio. El
anciano estaba sereno, sentía compasión por el dolor del hombre, por la
situación difícil en la que se encontraba su hijo quien estaba siendo utilizado
como señuelo de un plan siniestro y en medio de una guerra sangrienta entre
seres humanos que habían perdido el respeto por la vida”…
Esta
es la novela de Sergio Alfredo, un abogado a quien lo veo despuntar como una
promesa de la novelística nacional, augurándole desde ya el éxito debido,
aunque sí le pediría que le ponga mucha atención a la gramática que es tan rica
en adjetivos, verbos, sufijos y algo más, mientras tanto yo me quedó disfrutando
la Reina del Sur, a ver si le atino en el siguiente desenlace.
Luis Antonio Chávez
Escritor y periodista
Octubre de
2015
Título El violín de Justo Armas
Editorial Navegando sueños
Precio $10.00
Tiraje 500
Cel 7588-8146
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