4.15.2010

María Cristina Orantes y su libro Paso leve que en el polvo avanza


Luis Antonio Chávez,
Poeta y periodista


María Cristina Orantes y su libro
Paso leve que en el polvo avanza


De Robert Luis Stevenson, creador de La Isla del Tesoro y El extraño mundo del Dr. Hekill, leí, no hace mucho que: “Los libros son el pálpito reflejo de la vida”, frase impactante por su visión filosófica, e igual fuerza ha tenido para mí el libro de poemas Paso leve que en el polvo avanza, escrito por la poeta y abogada María Cristina Orantes.
El soneto, una de las expresiones literarias más antiguas de la literatura universal, lo han usado vates de grandes kilates como Cervantes, Quevedo, Góngora, Alberti, Lorca, los hermanos Machado (Antonio y Manuel), Neruda… quienes comprendieron que plasmar sus ideas con métrica era exquisito e incursionaron en ese campo.
La autora del libro que comento lo puso en mis manos hace varios días. El tiempo pasó y al hurgar entre mis apuntes encontré algunas apreciaciones sobre estos sonetos muy bien elaborados, con una visión poética madura, tanto en el uso de la técnica como en los temas.
Paso leve que en el polvo avanza lo integran 55 sonetos lindando lo eterno, lo íntimo, el amor y el desamor, imágenes perfectamente elaboradas cuyas líneas hacen eco de una estructura clásica que mantienen al filo del alfiler la música, el ritmo y la métrica; elementos de la literatura difíciles de trabajar.
Confieso que antes había leído algunos textos de María Cristina y pronto percibí que estaba frente a una auténtica poeta, con pleno conocimiento de la métrica y el verso libre; labor en la que roba tiempo a su profesión notarial para dar testimonio de su entrega por la literatura.
María Cristina Orantes, hija de dos intelectuales de primera: la poetisa Eliza Huezo Paredes y Alfonso Orantes: no se escuda en ese ADN que la madre naturaleza le heredó, pues trabaja -como el orfebre- el verso hasta dar un producto terminado a un público lector cada vez más exigente; herencia que confiesa en el primer soneto.
“Heredé vieja sangre, contenida,
en odre añejo pero no por ello
falto de aroma dulce y del destello
que en mi voz ha encontrado nueva vida”.
La poeta rinde, de forma sutil, un homenaje al soneto, estructura considerada por la mayoría como obsoleta; visión miope que María Cristina defiende: “Dicen que hay que dejarte guarecido/ a la sombra de un árbol frío y viejo/ porque eres solamente el buen reflejo/ de un tiempo que ha quedado en el olvido”.
Orantes descubre que las líneas impresas en ese cuarteto no bastan, que es necesario defender a capa y espada esta forma ancestral de comunicarse: “¡Qué ilusos son aquellos que no saben/ que en tus catorce versos francos caben/ todas las voces libres de ataduras!”, acotación que me recordó a Quevedo.
Un poeta panameño me dijo alguna vez que en su tierra el literato que se da ínfulas de ser poeta debe mostrarlo con hechos, ante lo cual lo invitan a escribir un soneto, si pasa la prueba se le nombrará como tal; visión comprobada con los años, pues no es lo mismo escribir verso libre que plasmar la idea con métrica.
Sin embargo, escribir sonetos le ha costado a María Cristina Orantes noches de desvelo para dejar un producto terminado, pues como el artesano, ha soportado el anarquismo de la métrica, sin olvidar que la sinalefa también obstruye la aparente facilidad con que se escribe dicha estructura poética.
En Paso leve que en el polvo avanza, la metáfora se da sin cortapisas, para ello se usa la forma universal de cantarle a la vida, acoge la naturaleza misma y enarbola versos-homenaje a esa magia despertada con el alumbramiento de un nuevo ser.
“Con los ojos abiertos a la vida
estallándole el grito en la garganta,
llega el hombre al umbral y se levanta
desde el hondo misterio de la herida.”
María Cristina sabe que somos pasajeros en este polo terráqueo, por ello destella sus imágenes acogidas en las cuencas de un manantial inagotable de inspiración para hacer un parangón poético transmutado en un terceto: “No somos más que simples prisioneros/ de esta cárcel de huesos, silenciosa, / que nos tortura el alma día a día”.
Según la filosofía, hay que vivir cada minuto con la convicción de que dejaremos este valle de lágrimas para fusionarnos con la naturaleza misma, donde otros seres vivos harán de nuestro cuerpo un festín, por eso la poeta lo ve con resignación: “Morir es ir viviendo simplemente, / es recorrer consciente el camino; / volar sobre las alas del destino/ y atravesar la vida suavemente”.
Plegarias al Hacedor del universo, mensajes al oído del soneto, pactos de luz, eclipses, naufragio, prisioneros, ofrendas… carteles donde da a conocer los diversos oficios con que el salvadoreño se gana la vida son parte de este coctel de versos exquisitamente seleccionados
María Cristina usa títulos en sus poemas como Se cose a la medida, Cerrado por motivos de inventario, Se vende lote sin intermediario, Prohibido estacionarse en las aceras, Se prohíbe fumar en los salones… temas cuyo canto da rienda suelta a una estructura iconoclasta.
Me detendré aquí para invitarlo a usted, amigo lector, a que navegue en las balsas poéticas que María Cristina Orantes nos deleita, pues su poesía es merecedora de un espacio físico en las bibliotecas hogareñas, lo mismo que en las de mayor presencia de lectores, ah, pero eso sí, alístese un buen semitón y un tazón de café porque el libro se lee de un tirón sin comerciales.

EL NUEVO MUNDO
María Cristina Orantes

Todo está permitido en esta tierra;
volver a conquistar lo conquistado,
poner la bota como un buen soldado
sobre el sobreviviente de la guerra.

Jugar a ser un Dios que al hombre aterra,
apremiar y oprimir al desgraciado,
arrancarle hasta el nombre y desarmado
ponerlo bajo el filo de la sierra.

Esta es ley que rige al mundo nuevo,
en el que hay que obligar al moribundo,
a estrellarse en la roca del olvido

donde entregue esperanzas, sangre, canto,
polvo, memoria, fe, sueños y llanto
aferrados al último latido.


* Luis Antonio Chávez
Escritor y periodista
luischaveznews@gmail.com

www.https://ramajeliterarioblogspot.com


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