Desde el año 1907, la literatura salvadoreña, especial lo concerniente a poesía, ha tenido sus cultivadores, de tal forma que se han publicado una serie de antologías hasta el año 2010. Esta sólo es una muestra de ello. (Foto. Luis Antonio Chávez)
Todos
extienden, desde la misma garganta con que cantan
sus
nombres envidiables como banderas bélicas,…
aunque
ellos con sus huesos se vayan a la sombra.
Roque
Dalton
Al margen de lo citado por conocedores de lingüística, preceptiva
literaria, filólogos o amantes de las musas lindando el parnaso, la muestra
impresa en la antología Lunáticos poetas
noventeros de la posguerra (Índole Editores), intenta convertirse en un
punto y aparte de una voz que aglutina a una generación de escritores que ya
sobrepasa los 40 años, y otros, lampiños, pero que pretenden dejar huella de su
canto en este país que mata a sus propios poetas.
Rescataré que lo impreso en esta
muestra no es ni será la voz generacional que agrupe a una pléyade de noveles
poetas, sino, como sus antologadores señalan, el canto convertido en la
vértebra o bandera literaria de unos mozalbetes metidos al oficio de las
metáforas y el símil, a sabiendas de que lo único que deja es el reconocimiento
de quienes nos movemos en estas aguas, pues jamás ha interesado a los gobiernos
de turno incentivar a los hacedores del arte en general.
Si bien la compilación de los
escritos rondó los 15 días, lo cual considero tiempo récord tomando en cuenta
que -por experiencia propia- los poetas son como niños -un poco despistados- y
hay que andar chinchineándoles para que suelten una muestra de sus efluvios,
con el agravante de que si no aparecen en la antología próxima a publicar, después
arremeten contra vos tildándote de divisionista.
Dicha edición reunió a 25 antologados
en una maratónica jornada -el pasado 16 de febrero de 2012, so pretexto de la
conmemoración de los 20 años de la firma de los Acuerdos de Paz- en la Luna
Casa y Arte, espacio cultural que abrió sus puertas gracias a la sensibilidad
de su propietaria: Beatriz Alcaine.
Lo citado sonará a simpleza o
arrogancia (lo de la compilación de los escritos), pero es una titánica labor
cuyos laureles se los lleva el joven poeta Alfonso Fajardo, acompañado de sus
coetáneos Carlos Clará y Mauricio Antonio Vallejo Márquez, pues las muestras
impresas dejan huella en la retina de los lectores, avisándonos -a quienes nos
movemos en estas lides- que sus voces no serán fáciles de doblegar.
Alfonso Fajardo, miembro del Taller
Literario Talega, al referirse a esta antología de la cual él es el eje
principal de sus aglutinadores, infiere: “Una
generación literaria consiste en esa isla compuesta de varias voces,
independientemente (de) que se conozcan entre sí, que han compartido, como dice
Ortega y Gasset, las mismas vicisitudes de la sociedad que los tocó vivir y
cuyas edades son cercanas”. (1)
También agrega: “Los años noventas significaron, dentro del grupo de poetas entonces jóvenes,
nacidos entre los 70, la década del cambio de lenguaje poético y de las
temáticas literarias”. (2)
Pero los poetas publicados no son los
únicos dando a conocer sus escritos a inicios de los 90. Al hacer un recuento
por las páginas que amablemente cede sábado a sábado el diario Co Latino a
través del Suplemento Cultural 3000 desde aquel glorioso 24 de marzo de 1990,
gracias a la sensibilidad de su director -Francisco Valencia- quien le apuesta
a la literatura cuando ésta sólo genera gastos, es fácil captar la ausencia de
muchas voces promesas de la literatura.
Es probable que esas voces
desaparecidas del tinglado literario nacional se deba a que terminada la guerra
se les “agotaron” las ideas, se les mojó la “pólvora”, se dedicaron a otros
menesteres más rentables, o visualizaron que ese camino no les llevaría a ser
gloria de la literatura guanaca, pues siempre aparecen grupos considerándose
bandera de una voz “ancha y ajena”.
Lejos estamos de entrar en polémica
con la nueva oleada de poetas, al contrario, con este artículo pretendemos
poner sobre el tapete nombres que por alguna razón se acogieron a una religión,
marcharon en busca del “sueño americano” o simplemente descubrieron que no
serían esclavo de un oficio que deja más pobres a quienes nos movemos en estas
arenas.
Ernesto Flores, quien era parte del
Taller Literario Xibalbá, marchó hacia los Estados Unidos y no supimos más de
él. Sin embargo, Ricardo Lindo, en su antología Alba de otro milenio, que
comentaremos más adelante, publica algunos de sus poemas.
Se une a ellos Leopoldo Carrillo y
Frank Ulloa (Miembros del colectivo Amada Libertad); Juan Carlos Rivas, Iván
Castro y Julio Villarán (el primero, pintor y periodista; los otros dos también
ejercen el periodismo, sólo que Villarán sí aparece publicado en Alba de otro
milenio). Se nos quedan en el tintero Noemy Anaya Rubio y Nora Méndez.
Gustavo Pineda, Jorge Haguilar, Juan
Carlos Cárcamo, contemporáneo del pintor y poeta Milton Doño, quien por un
tiempo se congregaba en una iglesia evangélica y hoy lo vemos en una
universidad privada tratando de culminar una carrera académica.
Tanto Cárcamo como Luis Alfredo
Castellanos y Carlos Domínguez (pertenecientes al Grupo Literario Simiente,
cuyas reuniones eran realizadas en el local de la Casa de La Cultura de
Zacatecoluca, donde fungía como director el también poeta y profesor ya
jubilado Roberto Monterrosa) son algunas voces a quienes se les niega un
espacio en la antología que hoy comentamos, camino logrado a fuerza de
emborronar papel y quemar pestañas.
De
quiebres y otras yerbas
Como lo anunciaba en párrafos anteriores, trataré de ponerme al
día con mis escritos para que después no se diga que soy despistado, no vaya
ser el tuerce y se quede alguna que otra publicación en el tintero.
La carencia de apoyo por parte de la
editora estatal o del gobierno que realiza juegos florales para que el grueso
de soñadores nos quedemos con la esperanza de ver impresos nuestros escritos en
algún libro -por caridad de Dios-, ha
hecho que los hacedores del arte se rebusquen autopublicándose para después
salir en los medios con bombos y platillos.
Aunque en el país se han editado diversas
antologías -en cada caso sus compiladores dijeron ser dueños absolutos de una
generación, en la cual anunciaban una ruptura con la visión de mundo de sus
antecesores, además de publicar a sus allegados-, aclararé que éstas no dejan
de ser eso: una muestra poética reuniendo a los amigos de aquellos, estos, o
los padrinos de...
Queda comprobado que al publicar con
premura se van “yerros” que a la larga dañan lo escrito; las muestras aquí
impresas dan cuenta de ello requiriendo de una edición concienzuda; eso es
comprensible si observamos que la mayoría de quienes nos dedicamos al arte,
muchas veces realizamos faenas ajenas para ganarnos el pan de cada día.
Nombraré algunas antologías poéticas
impresas en esta aldea (editadas con fondos foráneos, auspiciadas por soñadores
amantes de la literatura o con dinero producto de contribuciones entre amigos),
pero que no dejarán de ser eso: una hoja en un bosque, demás está decir que en
El Salvador se han conocido trabajos de escritores que quedaron en el anonimato
por no tener el apoyo de un padrino que confiara en sus escritos.
Para entrar en detalle. La primera
antología que se conoce fue Parnaso Salvadoreño, y la realizó Salvador Erazo,
en Barcelona, España, 1917, por la Casa Maucci (3); le siguen
Puño y Letra (hecha por Oswaldo Escobar Velado e impresa en la Editorial
Universitaria en 1959), la cual inicia con Francisco Gavidia.
En este esfuerzo editorial se comete
el crimen -bajo la novedad de aparecer por primera vez el original escrito por
el poeta- de publicar sólo un poema, careciendo de un estudio crítico para
conocer el tipo de verso impreso, lo mismo que una presentación del autor que
lo ubique en el tiempo y el espacio de su aparición en los corrillos literarios
salvadoreños.
Todavía teníamos el paladar de haber
leído esa antología, cuando un año después (1960), aparece Poetas Jóvenes de El
Salvador, compilación a cargo de José Roberto Cea… aquí se incluye a los poetas
surgidos entre 1950-1956, integrantes de la Generación Comprometida (a Ítalo
López Vallecillos le agencian haberlos llamado como tal), del Círculo Literario
Universitario, así como del Grupo Octubre.
Según Vladimir Amaya, poeta y
compilador de la antología Una madrugada del Siglo XXI, “con la publicación se pretendía dar a conocer a la novísima poesía
joven de El Salvador”; (4) lejos estamos de imaginarlo como tal, quizá por visualizar que se
publica a los amigos de, para hacer constar que se bañan en el mismo río.
De esta catarsis poética -19 en
total-, Horacio Castellanos Moya escribe: “Muestran
un panorama bastante amplio de la poesía que se escribía en ese entonces.
Aunque la mayoría se caracteriza por no poseer todavía una obra poética
significativa”. (5)
En tanto que en las páginas
introductoras de la misma, José Roberto Cea destaca: “Por vez primera en
nuestro país un trabajo de esta naturaleza ve la luz pública (...) en El Salvador,
carecemos de esta clase de publicaciones y creemos necesario que la antología
es uno de los poco vehículos hábiles de circulación que tienen los poetas, más
aún los jóvenes”. (1960) (6)
También dice: “Esta antología la inician los poetas surgidos en 1950 y la concluyen
los de la última oleada (…) los jóvenes están ordenados no por su fecha de
nacimiento, sino por la de su aparición literaria.” (7)
Con el tiempo comprobamos que quienes
publicaban eran ex miembros de los grupos Octubre, el mismo al que perteneció
nuestro bien recordado Hugo Lindo, así como del Círculo Literario
Universitario.
De
Estados Naturales a Esta mueca circular y sola
De aquí en adelante (Los cinco, ediciones, 1967), edita los poemas
de Roberto Armijo, Tirso Canales, José Roberto Cea y Manlio Argueta (los cuatro
citados se desprenden de la Generación Comprometida y del Círculo Literario
Universitario), se une a ellos un benjamín: Alfonso Quijadurías -en cuya
presentación se hacía alusión a ser una ruptura de sus antecesores-, veamos:
“Esto es como incendiar las naves”…
(Cea). “Como quemar los puentes”… (Argueta); “para no desandar lo caminado”
(Canales)… “Porque si bien es cierto que habíamos entrado a la literatura
salvadoreña, ahora nos quedamos definitivamente”… (Armijo); “Aquí no hay
retrocesos” (Quijadurías). (8)
Alfonso Quijadurías -Premio Nacional
de Cultura (2010), originario de Quezaltepeque, autor de Estados
Sobrenaturales, entre otros, es uno de los poetas que desde un inicio supo dar
muestras de su talento.
La revista Cultura, en su tomo número
54 (Oct.-Dic. 1969), publica una muestra considerable de 44 poetas, iniciando
-como siempre- desde Francisco Gavidia, sin tomar en cuenta criterios
estilísticos ni generacionales, compilación a cargo de nuestra recordada
Claudia Lars. (9)
El Gran Maestre de literatura
salvadoreña, José Luis Valle, originario de Chalchuapa, Santa Ana, también se
aventura a antologar a otros mozalbetes en el libro 25 Poetas Jóvenes de El
Salvador en 1970, volumen auspiciado por el Ministerio de Educación, que edita
la pírrica cantidad de 500 ejemplares en tamaño oficio y a una sola cara.
Al respecto, en el prólogo hecho por
José Luis Valle se acota: “Este libro es
la respuesta espiritual más elocuente al proceso de automatización y materialización
que tanto nos alarma y espanta: 31 (y no 25) poetas jóvenes, en este país tan
contradictorio y nada generoso para el cultivo de todo lo que no sea moneda. Es
tan vigoroso y significativo el movimiento literario actual en El Salvador, que
dudamos nos pueda superar otro país con iguales recursos y trayectoria creativa”. (10)
Valle está consciente de que meterse
al oficio de compilador de textos para después formar una antología, no es
fácil, ante ello, manifiesta: “Hacer una
selección de poetas es tarea temerosa y arriesgada. Pensar en no equivocarse es
algo utópico. Querer justificar errores resulta ingenuo. Muchos críticos
profanos desconocerán y tratarán de vapulear nuestra labor. Pero eso no nos
preocupa, porque ya sabemos lo fácil que es criticar y destruir. Libres de
intrigas, personalismos y apasionamientos, ofrecemos esta amalgama de sueños y
ritos. Lo que me faltó decir lo dirá cada uno de los poemas siguientes”… (11)
José Roberto Cea hace un nuevo
intento de aglutinar a la mayor cantidad de poetas en 1971, cuando aparece en
los corrillos literarios la Antología de la poesía en El Salvador,
constituyéndose en un esfuerzo plausible, sobre todo por intentar abarcar a la
mayor cantidad de escritores, convirtiéndose en la piedra angular para todo aquel
que desee hacerse una visión profunda de la poesía salvadoreña.
La antología de Cea reúne a una
pléyade de poetas, iniciando con Francisco Gavidia, le sigue Carlos Bustamante,
Vicente Rosales y Rosales, Alberto Guerra Trigueros, Raúl Contreras, Juan Coto,
Claudia Lars, Alfonso Quijadurías y el galeno Mauricio Marquina, entre otros.
En torno a esta muestra poética (22
en total), Cea escribe: “Hay en nuestro
país una excedencia de versos más cerca del desahogo emocional -la sensiblería-
que del pensamiento… en este panorama encontramos hombres de pensamiento que
profundizan en nuestra idiosincrasia… Las generaciones que le sucedieron (a
Francisco Gavidia) se fueron por las modas”. (12)
Cea agrega: “La lúcida actitud de Gavidia, fue producto de las disciplinas
clásicas… eso lo puso a cierta distancia de la facilidad… las pocas antologías
o volúmenes dedicados al estudio de nuestro desarrollo literario que se han
publicado hasta la fecha, son especies de directorios telefónicos…” (13)
Sostiene que: “En esta antología tratamos de cubrir todas las zonas poéticas que han
descubierto los autores -por cierto- los más completos y determinantes en el
desarrollo del pensamiento poético salvadoreño… Hasta la fecha no ha habido una
antología que brinde a los lectores la oportunidad de tener en sus manos una
muestra de sus mejores poetas”. (14)
Panorama de la literatura
salvadoreña, trabajo antológico hecho por Luis Gallegos Valdés, a través de UCA
editores, inicia desde la época precolombina hasta el año 1980, hace una breve
semblanza del escritor, asimismo se publica la foto del autor.
La Margarita Emocionante (compilación
a cargo de Horacio Castellanos Moya), es una pequeña antología impresa bajo el
sello de la Editorial Universitaria en 1979 (Universidad de El Salvador), con
poemas de Miguel Huezo Mixco, Mario Rodríguez Mejía (Mario Noel Rodríguez),
Roger Lindo, Nelson Brizuela, Roberto Quezada y el mismo antologador.
Castellanos Moya escribe: “La margarita emocionante no pretende ser
una Antología General de la Poesía Joven en El Salvador. Se le podría
considerar una antología en cuanto (a que) recoge una muestra significativa de
seis poetas…” (15)
El autor de El Asco y la Diáspora, dice
que: “la escogitación de estos autores y
su respectiva obra no responde a un criterio amplísimo que pretenda abarcar a
la totalidad de los jóvenes que escriben poesía en este país. Muchos que se
consideran jóvenes quedarán fuera: y muchos que realmente lo son, también”. (16)
Como si no bastara dicha aclaración,
martilla: “Que quede claro: se trata de
la novísima generación literaria que comienza a publicar después del truene de
1972. Es una selección que responde específicamente a mis gustos e intereses
como compilador…”, (17) frase que no debe de extrañarnos, pues a través de los tiempos
hemos encontrado a más de alguno atribuyéndose liderazgo.
La Asociación de Escritores
Salvadoreños (AES) da a conocer en 1974 el volumen antológico Poesía
Salvadoreña 1963-1973 (libro publicado en México, por Impresores Editores, cuyo
tiraje alcanza los 2000 ejemplares), donde se compila el trabajo de 26 poetas,
entre ellos el médico pediatra, originario de Zacatecoluca, Reyes Gilberto
Arévalo, César y Alejandro Masis, Víctor Valle… así como José María Cuéllar,
entre otros.
“…sin
intentar dar en la presente reunión de autores una muestra antológica, hemos
tratado de recoger el testimonio producido por aquellos poetas que han
mantenido una constante y ascendente proyección a partir de 1963… tampoco nos
interesa ahora quienes de los aquí presentes salvarán, más tarde, la empresa
que hoy realizan:”… (18) se plasma en el libro publicado por la AES, como para hacer
constar que ellos serán una bandera frente a los poetas menos favorecidos con
una publicación.
Esta nueva muestra no hace más que
compilar poemas de los integrantes de las agrupaciones literarias denominadas
Piedra y Siglo (1966), La Masacuata (1969) y La Cebolla Púrpura (1972); son
ajenos a esos grupos David Escobar Galindo y Luis Galindo.
Castellanos Moya, acerca del prólogo
publicado por la AES, dice: “Constituye
una involución, un paso regresivo en lo que a antología se refiere. Incluye a
26 poetas sin ningún criterio selectivo serio, una verdadera lista de clientes
a los que se les publica un par de poemitas para que se vea que están en el
negocio. Poemas demasiados espontáneos, repetitivos en cuanto a temas y formas,
sin ninguna exigencia, faltos de trabajo, en fin, una muestra que no aporta lo
más mínimo al desarrollo de la literatura.” (19)
No es de extrañar, pues, que en este
nuevo esfuerzo den a conocer sus trabajos los amigos de aquel, o vecino de
éste, lamentando la desaparición -posterior a esta publicación- de voces
prometedoras como la de Sonia Miriam Kuri y la de Humberto Palma, quienes se
perdieron en el tiempo…
Al respecto, el poeta Jorge Vargas
Méndez, manifiesta: “De Sonia Miriam Kuri
(originaria de San Miguel), se supo que tenía dos libros de poemas inéditos, de
los cuales no se supo nada después, quizá porque terminó integrándolos en
Motivos para amar al viento”. (20)
Mientras que de Humberto Palma,
Vargas Méndez reseña: “Se supo que se fue
a las montañas, pero después abandonó las filas para convertirse en un traidor
a la causa, dando información sobre posiciones de campamentos guerrilleros; no
se sabe si fue producto a torturas y amenazas a muerte”… (21)
Para el autor de Baile con serpientes
y La diabla en el espejo, los poetas que aparecen publicados en La Margarita
Emocionante (Seis en total), “son autores
que dejan a un lado la denuncia como asunto poético, (tema) que había sido
constante en los jóvenes, y escogen vías más conversacionales, la vivencia
extrema de las cosas, llena de humores y desenfados, dejando de un lado los
tintes líricos”. (22)
La Guirnalda Salvadoreña, publicada a
través de la Dirección de Publicaciones e Impresos (DPI) -tres tomos compilados
por Román Mayorga Rivas y reimpresos por la editora estatal en 1977-, reúne
periodos que abarcan desde 1884, 1885 y 1886.
Texto donde encontramos voces cuyo
sentimiento dejaba entrever la influencia del lirismo surgido en la España del
Siglo de Oro, las gestas independentistas, apareciendo de nuevo Francisco
Gavidia como eje fundacional de esa oleada de escritores.
Una década oscura
Uno de los ejes generacionales que movían a la literatura nacional
era la injusticia que tanto daño ha hecho al país y a la cual le cantaban la
mayoría de los poetas en la década.
Castellanos Moya, al referirse a la
antología hecha por la AES, infiere: “De
1972 a 1973 se vive un periodo oscuro para el movimiento cultural. Muchos
escritores han tenido que abandonar el país. Las publicaciones han
desaparecido. Las editoriales se dedican a reeditar obras o a publicar a uno
que otro poeta que responde a los intereses de la burguesía”… (23)
Iniciada la década del 80,
permítaseme hacer un apartado para poner en el contexto cultural del país, pues
desde 1970 se habían venido formando organizaciones descontentas por el
proceder del gobierno de turno, se le arrebata el mandato al Ing. José Napoleón
Duarte, quien se va al exilio, primero a Costa Rica y después se queda en
Venezuela. Ello producto a un fraude electoral. (24)
El recibimiento cotidiano en el país
de la sonrisa en la década oscura -1980-1992- eran coches bomba, paro al
transporte, los grupos de choque se enfrentan a diario con el ejército, cateos,
desaparecimientos y torturas como pan de cada día, se cierran los espacios…
Al no encontrar -los poetas- espacios
para editar sus obras, surgen pírricas publicaciones, como las revistas El papo
-cosa poética- y La pasarraya (1976), pues la clase empresarial dona páginas en
los rotativos locales para aquellos escritores denominados “rosas” que no
representan peligro para sus intereses.
Muchos de los escritores
comprometidos con el quehacer nacional -cabe destacar- se exilian: David
Hernández se va para Alemania, pero antes da a conocer su libro En la
prehistoria de aquella declaración de amor.
Salvador Juárez viaja a México; el
poeta y novelista, miembro de la Generación Comprometida, Manlio Argueta,
marcha hacia Costa Rica; Enrique Ríos, quien pertenecía al Taller de Letras
Atisba, marcha a Suecia.
Los hermanos Franklin y Roberto
Quezada, integrantes de la banda musical Yolocamba Ita, viajan por toda Europa.
Carlos Santos, Alfonso Velis Tobar, Francisco Saldaña y otros se refugian en
Canadá. (25)
Aún recuerdo aquel periodista de
apellido Deleón, quien laboraba para una televisora local cuyo espacio
noticioso se llamaba Teleprensa de El Salvador. Éste, en uno de sus reporteos,
mostraba imágenes -sin editar- de una balacera en pleno centro de San Salvador,
cuyo saldo sangriento dejaba mortandad por doquier, justo para el sepelio del
jerarca católico Oscar Arnulfo Romero.
Hacia el año 1982, el poeta, Dr.
David Escobar Galindo, se aventura y bajo el sello UCA Editores da a conocer el
libro Índice antológico de la poesía salvadoreña.
En el exilio, el novelista y poeta
Manlio Argueta, tras afincarse en Costa Rica y laborar para EDUCA, donde
realiza una intensa labor literaria, publica en 1983 la antología Poesía de El
Salvador; volumen donde hace acotaciones acerca del trabajo realizado por los
autores.
Marvin y Geovanni Galeas (hermanos)
se integran al Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP); el primero lo hace al
llegar de Costa Rica, donde vivía desde hacía años; Geovanni es reclutado en la
ciudad de Jocoro, Morazán, de donde es originario. (26)
La poetisa Silvia Elena Regalado
Blanco se exilia en Nicaragua, luego que los escuadrones de la muerte
intentaran asesinarle en su propia casa. Asimismo el poeta Antonio Casquín y el
cuentista Dagoberto Segovia (QEPD), viajan a Francia para salvaguardar la vida.
Alfonso Hernández, Otoniel Guevara,
Amílcar Colocho, Arquímedes Cruz, Nelson Brizuela, Amada Libertad, Augusto
Morel (seudónimo de Walter Iraheta Nerio, 1961), Miguel Huezo Mixco, Emiliano
Androski Flamenco y muchos otros toman las armas yéndose a las montañas a
escribir una página de nuestra historia.
Tal como están las cosas no es para
imaginar que todo es color de rosas ni pensar en buenas nuevas para los
escritores guanacos, de tal forma que Rafael Mendoza El Viejo y Renán Alcides
Orellana, se van al exilio a la ciudad de Panamá donde pasan situaciones
difíciles, con el agravante que tienen que rebuscarse para el sustento diario
para ellos y su prole.
Así vemos que la mayoría de los
integrantes de la Cebolla Púrpura, la Masacuata y el mismo Taller Literario
Xibalbá colaboran -de forma pasiva o activa- en los roles protagónicos que la
década oscura les exigía.
Rigoberto Góngora, Amílcar Colocho,
Alfonso Hernández, Claudia María Jovel, Arquímedes Cruz y Amada Libertad, entre
otros, mueren en combate tras marchar a la montaña en búsqueda de un destino
mejor para esta patria que les vio nacer.
Mauricio Vallejo, José María Cuéllar,
Jaime Suárez Quemain, este último sacado del Bella Nápoles junto a otro
periodista cuando laboraba para el periódico La Crónica del Pueblo, para luego
aparecer muerto y con signos de tortura al sur de la capital; son algunos de
los poetas asesinados por sus ideales por los escuadrones de la muerte.
Noticias del quehacer cultural dan
cuenta de que la literatura despierta conciencias, por lo que mientras en la
ciudad se vivía un caos en cuanto a que permanecíamos con estado de Sitio o
Toque de queda, muchos poetas se ponían las botas, cargaban en sus hombros los
arnés e iniciaban una nueva ruta para romper el cerco del sol y dar voz a los
desheredados.
El ser humano es social por
naturaleza, por ello no nos extrañe que la nueva oleada de poetas hayan formado
grupos o talleres literarios en el afán de dar vida a un sentimiento convertido
en metáfora para hacerse más llevadera la vida en este mundo catastrófico,
donde nos impusieron -los ibéricos una religión hace más de 500 años- y los
guanacos una dolarización que dejó más pobre a los “hacelotodo”, “los
comelotodo”, y enriquece a un pequeño sector de la oligarquía criolla.
Xibalbá, fundado el 2 de noviembre de
1985, es uno de los grupos que con mucha fuerza literaria surge en la
Universidad de El Salvador; taller literario comandado por Otoniel Guevara, un
joven poeta de apenas 17 años y quien se diera a conocer tras obtener primer
lugar en los Juegos Florales de Apopa, nominados Vicente Acosta.
Patriaexacta (agrupación a la que
pertenecieron Marcos Alvarenga, Víctor Acevedo, Jaime Renne Tolentino, Vladimir
Orellana Cárcamo, Roberto Figueroa, Carlos Roberto y Mauricio Paz Manzano,
Manuel Saravia, Daniel Carballo, Eduardo Carranza, Arturo Romero, Edgar Iván
Hernández, Blanca Mirna Benavides y Luis Antonio Chávez), cuyas reuniones las
hacíamos en la UES un poco clandestinas por temor a ser apresados.
De los integrantes de Patriaexacta,
sólo Carlos Roberto Paz Manzano, Edgar Iván Hernández, Vladimir Orellana
Cárcamo y Luis Antonio Chávez se han mantenido activos publicando sus trabajos
en El Salvador.
Colectivo Amada Libertad, Códices,
Abrapalabra, Segunda Quincena, Simiente, Silencio, Talega, Somos de barro,
Grupo El Roble (integrado por miembros de la guerrilla), comandada por el poeta
Miguel Huezo Mixco, quien desde las montañas hacía llegar sus escritos para
luego aparecer en las páginas del Suplemento Cultural 3000, son agrupaciones
literarias de los 90.
Mixco publica la antología Pájaro y
Volcán, la cual aparece bajo el sello de UCA editores… en tanto que Augusto
Morel publica Este lucero chiquito.
Debemos aclarar que en esos años la
poetada toma un rol mucho más protagónico en la comarca guanaca, asumen nuevos
retos y la poesía se perfila desde un canto intimista hacia unos versos
agresivos e incendiarios, invitando a integrarse a través de los diferentes
medios a la lucha armada.
Culmina la guerra y se hace un
recuento de los poetas fallecidos (integrados a los grupos armados): Amada
Libertad, Amílcar Colocho, Arquímedes Cruz, Alfonso Hernández, Nelson Brizuela,
Emiliano Androski Flamenco, Rigoberto Góngora, Claudia María Jovel y Jaime
Núñez, entre otros, enarbolan la esperanza y desde el más allá realizan
tertulias sabatinas; a todos ellos les rendimos homenaje con este artículo.
Dicho conflicto nos legó la no menos
agradable suma de 70 mil muertos y otros miles de desaparecidos… Se da un éxodo
masivo, nuestros compatriotas se refugian en Estados Unidos, Canadá, Suecia,
Nueva Zelanda, Europa… ese era el panorama cotidiano al que tuvieron que
acostumbrarse estos poetas mozalbetes que vieron la luz a inicios de la década
de los 70, justo cuando la literatura guanaca se mostraba huérfana.
Que se firmó la paz y hubo luna de
miel entre los grupos beligerantes. Que los insurgentes bajaron de las montañas
a estrechar la mano a sus “acérrimos enemigos” y hoy -convertidos en partido
político- fusionan sus ideas con una retórica que mantiene adormecido al
pueblo, no se niega.
Tampoco se objeta que se intentan
comulgar leyes para hacer más llevadera la existencia en el país, lo que si se
reclama es que sean grupos iguales o parecidos con su accionar, por lo cual
recordamos las palabras de Roque Dalton:
“...de cara estamos contra el enemigo y cabalgamos muy cerca de
él, en la misma pista. Y al sistema y a los hombres que atacamos desde nuestra
poesía con nuestras vidas les damos la oportunidad de que se cobren, día tras
día”. (27)
Poetas
de posguerra y otras minucias
Piedras en el huracán, (Dirección de Publicaciones e Impresos,
1993), antología hecha por el poeta, periodista y pintor Javier Alas, publica
los poemas del poeta y doctor, actual alcalde de Aguilares, Wilfredo Peña, lo mismo
que de Gabriel Otero, Luis Alvarenga y Otoniel Guevara.
Fernando Romeo Torres y Alfredo
Ernesto Espino (sobrino del poeta Alfredo Espino); aparecen publicados en esta
antología; jóvenes de quienes desconocíamos su existencia de no haber aparecido
en dicho libro.
Rosa Ivonne Melgar, David Morales,
Edgar Iván Hernández, Amílcar Colocho, Arquímedes Cruz, José Antonio Domínguez,
Eva Ortiz, Edgar Alfaro Chaverri y Nimia Romero (A ella se le perdió la huella
e ignoramos a qué se dedica); aparecen en esta antología, quedando fuera Álvaro
Darío Lara, Rafael Herrera, Carlos Bucio, Kenni Rodríguez y Jorge Vargas
Méndez, que en todo caso también eran parte de esa generación.
Iván Castro, Vladimir Baiza, Gustavo
Pineda y Jorge Haguilar debieron aparecer en esta antología, considerando que
también eran parte de esa promoción de juglares hurgándole tiempo al tiempo
para escrivivir la esperanza.
En 1993, quien esto escribe, da a
conocer la antología De barro somos, la cual se publica gracias a la editorial
estatal en homenaje al poeta Ulises Masis, recién fallecido. En la misma
publican Patricia Iraheta (también dejó de escribir), Refugio Duarte, Jim
Casalbé, Daniel Eguizábal, Abiú Segovia…
Tres años después se lanza a otro
esfuerzo: aparecen los trabajos poéticos del Grupo Literario Silencio y de
Somos de barro, publicando la antología Del silencio a la alternativa: un solo
verbo, con los trabajos de Refugio Duarte, Jim Casalbé, Gilberto Santana, Otto
del Valle, Patricia Iraheta, Daniel Eguizábal, Mario Alfonso Vallper, Luis
Antonio Chávez, entre otros.
Los integrantes de Taller Literario
Gavidia, TALEGA, (Alex Canizález; Pedro Valle, Rainier Alfaro Bautista, Alfonso
Fajardo y Eleazar Rivera), fundada el 13 de noviembre de 1993, publican en uno
de sus aniversarios la antología Fuego infinito, haciendo alusión a un canto
creciendo como un río.
En 1995, Silvia Elena Regalado,
entonces directora de la Casa Claudia Lars, perteneciente a la Universidad
Tecnológica, realiza tertulias literarias cada viernes, producto de ello publica
la antología Paisajes poéticos, en donde se imprime un poema de los asistentes,
entre ellos Carmen Tamacas, René Chacón Linares, Silvia Elena, Silvia Ethel
Matus, entre otros.
Joaquín Meza (poeta, periodista e
investigador académico), quien mantuvo una página cultural en Diario El Mundo junto
a un colectivo en la década de los 80, la cual llamaron Cinco Negritos, se da a
la tarea de hacer otra antología en 1997, denominándola con un nombre ya
conocido: De Puño y Letra, parafraseando a la publicada en 1959 por Oswaldo
Escobar Velado.
El poeta Eugenio Martínez Orantes, a
través de la editora Clásicos Roxsil publica ya casi para finalizar la década
del 90, la antología 32 escritores de El Salvador.
Llegamos al año 2000, el poeta
Ricardo Lindo, hijo de nuestro recordado Hugo Lindo, publica bajo el sello de
la Dirección de Publicaciones e Impresos la antología Alba de otro milenio.
Al respecto, Lindo -para curarse en
salud en torno a la edad de sus antologados- dice: “Es doblemente difícil hacer una antología de jóvenes, pues es una edad
en la que los árboles no dejan ver el bosque. He escogido varios poemas de
algunos poetas. Sus edades oscilan, al comienzo del año 2000, entre los
cabalísticos treinta y tres y los veinte años. Hallaremos aquí voces afirmadas
junto a otras incipientes”. (28)
Esta antología reúne los trabajos de
33 poetas, entre ellos Aída Párraga, David Morales, Álvaro Darío Lara, Otoniel
Guevara, Manuel Barrera, Julio Villarán, Carlos Bucio, Luis Alvarenga, Xiomara
Rodríguez, Ernesto Flores, Mezti Súchit Mendoza y Milton Doño.
Manuel Godínez, Greta Isadora Valle,
Daniel Castillo, Lya Ayala, William Alfaro, Margarita Majano, Elmer Menjívar,
Rainier Alfaro, Carlos Clará, Alfonso Fajardo, Oscar Perdomo, Luis Angulo
Violantes, Mariano Guzmán, Nathalia Domínguez, Tania Molina, José Mario
Henríquez, Mauricio Vallejo Márquez y Rafael Mendoza López.
Respecto a esta publicación, Rafael
Menjívar Ochoa, escribe: “es quizá la
antología más estigmatizada de la literatura salvadoreña… Debido a que la
mayoría de los poetas incluidos en este libro desapareció del mapa de la
literatura o se estancaron en sus propuestas, involucionaron o se quedaron
repitiendo las mismas fórmulas y sólo muy pocos continuaron escribiendo y
mejorando la calidad de sus escritos”. (29)
Además detalla: “esta antología tiene importancia porque se constituye en una
fotografía… una fotografía de grupo que en su momento parecía coherente y en
marcha, listo para enfrentar los años que vinieran”. (30)
Jim Casalbé, William D. Martínez y
Luis Antonio Chávez, hacemos otro intento en el año 2001, por antologar a un
buen número de poetas, publicándose bajo el sello de la Editora de la
Universidad de El Salvador el libro Poética universitaria, donde se imprime una
muestra de 50 estudiantes y docentes del Alma Mater. Colabora con sus trazos
pictóricos nuestro recordado Jorge García, “Chojo”, el muralista de la UES.
Brenda Gallegos, Jorge Canales, Pablo
Benítez, Luis Melgar Brizuela, Erick Chávez, Osvaldo Hernández, Heriberto
Montano, Danilo Villalta, Vidal Garay, Rodolfo Preza Renderos, Gustavo Vega
Morán, Eduardo Badía Serra (ex ministro de Educación), Antonio Casquín, Carlos
Roberto Paz, entre otros, aparecen en este nuevo intento de mostrar la poesía salvadoreña
y universitaria.
En el año 2005 aparece otro volumen
bajo el sello de Ediciones Escorpión denominado Primavera entre versos,
diseñado y antologado por Luis Antonio Chávez, y cuya portada fue elaborada por
el poeta y pintor Juan Carlos Rivas. Libro impreso gracias a los auspicios de
la editora estatal.
Jorge Canales, Amapola, Roberto
Palencia, Brenda Gallegos, Marina de la Cueva, Luis Antonio Chávez y Carlos
Dávila, son los poetas antologados en esta muestra impresa bajo los auspicios
de la Dirección de Publicaciones e Impresos de Concultura (hoy Secretaría de
Cultura), con ello se conmemora El día internacional de la poesía (21 de
marzo), decretado por la UNESCO.
“Al darnos a conocer como poetas, y sabedores de nuestra
trayectoria, donde existen voces distintas, pretendemos que la palabra siga su
curso, que sea el río de la historia que nos muestre el camino, de tal manera
que no sean banderas partidarias los motivos inspiradores, sino el ánfora de la
poesía que comunica los sentidos cual descanso del alma”, escribe el antologador. (31)
No podemos pasar desapercibida la
Antología literaria de los nonualcos, dada a conocer gracias al apoyo de la
Corte Suprema de Justicia, quien dio el visto bueno para publicar este trabajo,
directiva constituida por el Dr. Agustín García Calderón (presidente); Dra.
Victoria Marina de Avilés (vocal); José Néstor Castaneda (Vocal); Julio Enrique
Acosta (vocal); Mauricio Alfredo Clará (vocal)…
Forman parte de este nuevo esfuerzo
poético Ixbalanqué Barrera, Juan Carlos Cárcamo, Manuel Natividad Carrillo,
Francisco Antonio Cruz, José Armando Delgado, Antonio Alfredo Herrera, Wilfredo
Mármol Amaya, César Jonathan Menjívar, José Roberto Monterrosa, Ramón Fernando
Pacheco, entre otros.
De esta lista los conocidos en los
corrillos literarios son Ixbalanqué Barrera, Juan Carlos Cárcamo, Alfredo
Herrera, el psicólogo Wilfredo Mármol Amaya y Roberto Monterrosa, los demás me
son completamente desconocidos.
Cerrando la década (Dic. 2010) el
escritor venezolano Fredy Ramón Pacheco emprende la tarea de aglutinar a una
serie de escritores, nombrando la antología ¡Viva la poesía!, cuya impresión se
da gracias a los auspicios de la Universidad de Sonsonate.
Ahí aparece Rainier Alfaro, Silvia
Ethel Matus, Mario Castrillo, Marina de la Cueva, Aquiles Mendoza, Roberto
Carlos Betancourt (fundador de Talega), Kateryn Rivera Mundo, Jorge V. Méndez,
Wilfredo Mármol Amaya, Edgar Alfaro Chaverri, Mauricio Vallejo Márquez, André
Cruchaga, Luis Antonio Chávez, Fredy Ramón Pacheco y Pedro Valle, entre otros.
Dos
“gritos entrando por la boca del mundo”
Quise culminar mi escrito citando a dos de los más importantes
trabajos poéticos aglutinados en El Salvador en la actualidad: Una madrugada del siglo XXI (Vladimir
Amaya), y Lunáticos poetas noventeros de
la posguerra (Alfonso Fajardo, Carlos Clará y Mauricio Antonio Vallejo
Márquez.
Desde mi óptica, que uno de los
miembros de cada promoción se haya tomado la tarea de compilar los trabajos
poéticos de sus allegados -aunque no es pecado- debió hacerlo alguien fuera de
esa generación, tal como lo hizo Ricardo Lindo en Alba de otro milenio.
Sin embargo no quiero que se me
considere despotricador de un trabajo merecedor de mis aplausos, sino que es
una simple observación, pues de no haberlo hecho ustedes, nadie se hubiese
tomado esa tarea.
La efervescencia de los poetas actuales
es encomiable, sobre todo porque siguen el rumbo de quienes les antecedieron,
forman talleres literarios, representan al país en eventos desarrollados fuera
de nuestras fronteras, publican… empero, cuando se enteren que escribir es un
oficio, se decantarán por tareas más rentables o se dedicarán a la política.
En la antología hecha por Vladimir
Amaya, éste reseña: “los poetas escogidos
tienen como fondo la década de los 80, pero no como un contexto inmediato como
fue para los jóvenes de esa época, sino como escenario de un simple natalicio”. (32)
Amaya crea expectativas en sus
apreciaciones poéticas, pues analiza el verso impreso y la aparición del autor en
el tinglado literario nacional:
“Los antologados aquí representan una significativa parte de las
nuevas voces que pertenecen al grupo más emergente de El Salvador… tras de
ellos hay una historia llena de elementos, de situaciones que pesan e influyen
en la singularidad de este bloque”. (33)
No obstante lo citado, acota: “Se trata del grupo emergente que empieza a
darse a conocer en los primeros diez años del nuevo siglo. El trabajo se
encuentra delimitado por el año de nacimiento de los antologados (1980-1989).
Con ella se da continuidad a la ya larga tradición de las antologías enfocadas
en presentar lo mejor de cada nueva horda de poetas que van apareciendo con el
tiempo”.
(34)
Este libro consta de 34 antologados,
posee notas y comentarios acerca del trabajo de los autores, además de un
prólogo donde se comentan las diferencias más sustanciales de esta nueva oleada
de poetas y poetisas que toman como oficio la salutación a las metáforas, los
retruécanos y los símiles.
Krisma Mancía (1980), la misma que
publicó con la Dirección de Publicaciones e Impresos La era del llanto y
obtuviera premio en La Garúa, Barcelona, España, en 2006, con su libro Viaje al
imperio de las ventanas cerradas; Tomas Andreú (1980), Claudia Meyer (1980),
Pablo Benítez (1980), Vilma Osorio (1981), Roger Guzmán (1981), Laura Zavaleta
(1982), Oscar Rafailán (1982) y Elena Salamanca (1982).
Litzardo Rivas (1983), Efraín Rivera
Caravantes (1983), este vate obtuvo primer lugar en 2004, en el certamen
promovido por La Prensa Gráfica denominado Letras Nuevas; Alberto López Serrano
(1983), Ana Gabriela Padilla (1984), Teresa Andrade (1984); Sandra Aguilar
(1984); y Francisca Alfaro (1984).
Ana Escoto (1984); Xochitl Cabrera
(1984); Mario Zetino (1985); Carlos Alejandro Flores (1985); Miroslava Rosales
(1985), Javier Ramírez (1985); Ligia Molina (1985); Vladimir Amaya (1985);
Santiago Vásquez (1986); Inés Gutiérrez (1986); Omar Chávez (1987); Ernesto
Bautista (1987); Kenia López (1987), Jonathan Velásquez (1987); Herbert Cea
(1987); Manuel Ramos (1987).
Cierra la publicación Náthaly
Castillo (1988); y Juan Enrique Carmona (1989)… sin ser clarividente, de todos
ellos, algunos se quedarán en el camino cuando se enteren que este oficio es de
titanes.
Llama la atención que si bien los
poetas aquí publicados nacieron antes de la guerra y vivieron una década
beligerante, la mayoría busca temas ajenos a esa época dura, alejados de las
injusticias que tanto dañan a un mayor porcentaje de la población.
Haré un punto y aparte para enfocarme
por completo al libro que permitió el acercamiento a las distintas antologías
publicas de literatura salvadoreña.
Acerca de la promoción de Poetas
lunáticos noventeros de la posguerra, Alfonso Velis Tobar, escribe: “Si observamos sus edades, nacen, crecen,
desarrollan su niñez y juventud en una época beligerante que data desde 1971,
estallando con violencia armada a inicio de los 80 en adelante”. (35)
Más adelante, acota: “Estos poetas jóvenes crecieron con el alma
entre las llamas, el terror de los escuadrones de la muerte… oyendo gritos de
manifestaciones que cundían por las calles”. (36)
La mayoría de los poetas actuales
-cabe decirlo sin ambages- se despojan del tema de la guerra, de Roque Dalton
-que era como una bandera en aquellos años, aunque no han dejado de leerlo-
para escribirnos versos conversacionales, analizan su entorno, hablan de
esperanza, de soledad, incertidumbre, el amor y erotismo.
Y es que la mayoría de los
antologados nacen en la década de los 70, se amamantan del olor a pólvora y la
crisis emocional a cuestas, justo cuando cundía el caos total, se escaseaba
todo, no había día de Dios en que no fueran testigos de masacres, del hallazgo
de cuerpos mutilados o perforados con lujo de barbarie.
Los poetas aquí publicados vuelcan
sus escritos hacia versos más intimistas, hablan del tiempo, de puertos
ancestrales, de la ecología, eso nos permite entender la pluralidad del
pensamiento y cómo la poesía, que es tan amorosa, nos engalana vistiéndose con
nuevos ajuares.
En sus líneas, los poetas desenfundan
sables, bailan al compás de Bob Marley, disfrutan a Pink Floyd, le hacen el
amor a Madonna; desnudan a las musas y no se amilanan cuando les muestran
arlequines, pues se mueven con las aguas a su nivel.
Como agregado a la antología
Lunáticos poetas noventeros de la posguerra que hoy comentamos, traeré a
colación un poema escrito por William Alfaro (S.S. 1973-) que si bien el texto
no es parte de este volumen, nos ilustra la década en la cual ve la luz del
amanecer:
Reseña (37)
Yo nací en
una ciudad llena de sombras, cadáveres y gente alegre,
eternamente
alegre.
Apenas abrí
los ojos, me sorprendió una guerra.
Observé a mis
hermanos devorando los huesos de mis hermanos. A los hijos
atacando a
su padre y su madre, a la tierra tragando polvo y lodo.
Adelante me
atraparon tres terremotos,
un huracán,
y enormes
tormentas que vomitaron de sus entrañas a mis hermanos asesinados.
Miré armas,
osamentas, cuerpos calcinados por la desidia.
Luego, un
hombre me llamó con un libro, un libro abierto con las páginas
corroídas
que escapaban como murciélagos, buscaban la clandestinidad y el
olvido, pero
nadie las olvidó, nadie.
Ahora, un
volcán despierta sobre mi estómago, somos sombra nuevamente,
tímida y
callada sombra que espera una luz que ilumine nuestra tiniebla.
Yo vivo en
la ciudad que nací, cuento los sismos y la lluvia con los
cabellos de
mis hijos. Ellos nacieron en una ciudad llena de sombras,
cadáveres,
fantasmas, desaparecidos, y gente alegre, eternamente alegre.
El texto citado muestra un ambiente
de desolación, desesperanza con que ingresan a la palestra literaria nacional y
cómo reciben a un país que aún conserva estragos de ese conflicto armado, pues
aún hay muchas heridas difíciles de sanar aunque se nos hable de amnistía, la
cual formó a otros ricos como relevo generacional.
Iniciamos esta muestra poética con
los versos de Alex Canizález y Jorge Galán, quienes no se alejan de la
realidad, pero además abordan otros temas surrealistas o nos regresan al
pasado, decantándose por ese germen llamado pandillas. La siguiente muestra
reseña versos intimistas sazonados con un poco de esperanza por un mañana
mejor:
…“martha/
baila su desnudez/ ante/ el clan de la pandilla… mueve sus glúteos redondos/ su
vientre sus manos en el aire/… ella es como una hermosa flor/ en el vaso de
vodka”. (Ella desnuda, Pág. 8).
Jorge Galán lo hace a su manera: “Iba todo de negro, desnudo, tatuado… sin
cabello… no lo necesitaba como tampoco necesitaba el orgullo/ el orgullo no
existe en estas calles/ la cabeza que se levanta lo hace sólo para caer…”
(Pág. 23)
Pedro Valle y Susana Reyes le cantan
a una ciudad despiadada, mordaz y absorbente; en sus versos se nota
incertidumbre, una evocación por un pasado negro al cual no quisiéramos
regresar:
“Que ciudad me otorgas/ si aquí no hay rostros/ que le arrimen/
presencia a este invierno (plasma Valle); en tanto que Reyes, reclama: “la
ciudad y sus sombras/ se cuelan bajo mi pecho… una ciudad de aves canturreando/
una ciudad de motores apremiantes… la abuela se desvela/ acariciando con su
mano/ el ruido que avanza… ha de haberle tenido miedo a los postes caídos”. (Pág. 12)
Noé Lima y William Alfaro ingresan a
la poética con una línea erótica sin caer en la pornografía:… se esconde entre tus senos de tormenta
semioculta… / una muñeca con las venas abiertas jugando (a) ser madre/ en las
esquinas de un poema”, escribe Lima. (Pág. 18)
Alfaro lo hace así: “comenzó al borde de la cama/ en la ciudad
equivocada… por las noches tejía con sus venas/ un abrigo para el verano… un día
palpó bajo su falda/ le agradó el olor a tinta fresca/ y se quedó a dormir”…
(Poética imperfecta, Pág. 29)
Jennifer Valiente escribe una poesía
cotidiana para alejar el tedio: “El
tiempo, un gran borrador de silencio/ un cigarrillo que se consume/ el envase
vacío de una cerveza/ el deseo de todas las miradas…”. (Pág. 24).
Versos llenos de ficción, sueños e
inquietudes que la misma atmósfera les da como herramienta poética, es lo que
encontramos en la antología hecha por Fajardo, Clará y Vallejo Márquez, -y eso
no es malo, sino al contrario-, nos enseña a quienes vivimos la guerra a
plenitud que aún hay nuevas formas para cantarle a la vida, sin olvidar ni un
ápice que las injusticias siguen siendo el talón de Aquiles para los
desheredados.
“Quiero que tus ojos vean/ lo que mis ojos miran/ hay un río
interminable de agua/ y una gota que cae y cae…”.
(Nacimiento), o el siguiente verso: “Afuera
el grito de la lluvia/ despierta a los perros/ un hombre habla con sus ojos/ a
los arboles que lloran/ las cosas como cosas no sienten…” (Escribe Lya
Ayala, Pág. 20).
Carlos Clará tiene versos lindando un
erotismo sutil, se revela ante el amor prohibido, negándose a aceptar una
relación por la cual se desvive y que a su vez repele:
“Así pruebas la saliva de los cuerpos tristes… causa y levadura de
un pan amargo es la boca que tapas con maleza de paraíso… así ardes sobre todas
las sombras/ sobre el líquido espeso de los durmientes… y caías sobre mí como
hojas/ como cae derrotado el tiempo en el abismo/ del corazón imposible… (Pág. 33)
Rainier Alfaro emula en sus versos el
canto de un pasado. Su poesía busca lo epigramático, pero cuando intenta
sustraerse empujando el poema a lo social pierde el hilo conductor, aunque a
veces se encuentra con la metáfora: “yo
vine a buscarte/… entre piedras y ríos/ caminé palabras y estrellas/ de
regreso hasta la ausencia…” (Pág. 35)
Elmer Menjívar se deja seducir por el
verso de un el amor filial y lo socializa con el anónimo de su yo interior: “Te propongo un cuerpo fuerte/ una masa de
carne y nervios/ huesos y sangre… Te propongo un alma como la mía; insomne,
distraída, impuntual…” (Pág. 37)
Carmen Tamacas se decanta por el uso
de la crónica periodística para fusionar un canto sazonado de incertidumbre y
desesperanza: “María Orbelina camina
pesadamente. El trabajo/ de parto comenzó… Todo está oscuro. La incertidumbre y
el susto pesan en los hombros de familias que se apretujan”. (Pág. 41)
Fajardo, con su canto, nos recuerda a
Lezama Lima y a Roque Dalton, pues prefiere el erotismo en sus versos
desenfadados, utilizando como personaje a Lulú: “Amo tus gemidos más que las liturgias… prefiero tu ombligo a cualquier
bandera… en el universo de una cama donde sólo giran/ nuestros cuerpos celeste…”.
(Pág. 47). O escribe: “Unir/ -aunque sea a la fuerza-/ la mano izquierda con la
derecha/ para que juntas/lleven el agua/ a la boca del sediento”. (Pág. 49)
Mariela Benítez, lo hace a su manera:
“Que no me vea/ mi vergüenza crecería/
cerraré la ventana, / guardaré las cosas que te pertenecen y tomé… Encerraré
tus besos/ tus manos en mi cuerpo desnudo…” (Justicia, Pág. 66)
Otro de los integrantes del antiguo
Talega, ganador de premios literarios en Costa Rica, Brasil y Honduras, Eleazar
Rivera, prefiere la prosa poética para desnudar su alma y hablarnos de un
pasado de guerra y desolación: “Esta
ciudad es grande. Los muros que la protegen están construidos de huesos y
sombreros. Aquí no hay sol y llueven piedras cuando alguien quiere verlo”. (Pág.
51)
Erick Chávez, plasma: “Es de noche/ El agua tiembla en los ojos
sin sosiego. / La ciudad con pasos cautelosos propicia otra vez”… (Pág. 54)
Paola Lorenzana rompe los esquemas y
emula a la poeta nicaragüense Gioconda Belli; plasma un sentimiento
desenfadado, tal como el corazón se lo exige y no se anda por las ramas para
desnudarse así misma: “Somos un desayuno
de qué tal dormiste/un antojo de bacalao sin nietos/ un ingenioso par de patas cheles/
y un escote de pantalla”… (Pág. 63)
Danilo Villalta, quien además de poeta
es pintor y un poco músico, evoca las edades suyas y la de los demás, cuando
nos dice: “Tengo en la camisa la mancha
de los años cumplidos, / bajo el árbol/ el viento entra a mi bolsillo… las
cosas que fueron se acercan a la ventana, /estiran los dedos antes de
arrollarme las mangas”… (Pág. 68)
Mauricio Vallejo Márquez inicia sus
versos con un poco de desazón por lo que vive… “pasan los años y no avanzan los días/ y allí queda ese futuro incierto/
con una sonrisa fingida pero hermosa… o cuando nos hablar de los muertos: “Los muerto salen a caminar, / cansados de
la tumba y el hollín”. (Pág. 73)
Rafael Mendoza López, quien irrumpe
en la palestra literaria cuando aún era un adolescente, recrea en sus liras un
romanticismo acorde a su pluma e ingresa con un verso erótico y desenfadado: “Cuando tu corazón de abre/ no hay balcón
donde quepa mejor la madrugada, / no hay lluvia que abarque tu mirada. / Sólo
entonces/ me dan ganas de cantar/ si te desnudo”. (Pág. 75)
En tanto que Roxana Méndez, segunda a
Rafael con su canto, y lo hace de esta forma: “Acércate, ahora que te llamo, / no dejes pasar/ este minuto largo en
que te nombro”. (Pág. 77)
Una poetisa que gusta del verso
iconoclasta e irreverente es Claudia Meyer, para ella las apariencias sociales
sólo son eso, apariencias, por eso denuncia a su mismo entorno: “Nadie le rinde pleitesía por voluntad, el
mío es el deber/ de sujeción a sus cavidades, infectan por/ coerción mis afanes
con sus arenales/ y rastrojas… Yo debí ser pájaro/ tengo un alma de viento/ que
se retuerce en esta losa de arena”. (Pág. 83)
Pablo Benítez se nos presenta
cáustico en su cantar, para él no hay barreras para decir lo que siente: “el mar corta la noche/ en rebanadas/ al
otro lado/ muñones sin nombre/ quizá un marido/ quizá una hermana”… (Pág.
85)
Cierra la antología otra de las voces
impetuosas más enigmáticas y llenas de agresividad, quizá una de las más
jóvenes del grupo, pero no por ello timorata, ya que sabe a ciencia cierta que
las puertas de la literatura no se tocan, sino que se empujan, me refiero a
Mayté Gómez, veamos:
“Para el día de mi muerte/ reúnan a los amigos y canten a Silvio/
suelten luciérnagas, que se oiga el canto del torogoz/ y que nadie llore/ Vístanme
de blanco, / mejor de amarillo/ Cuentan que es el olvido… Maquillen mi rostro
dejen el sol en mi pecho/ Los anillos en mis dedos… Entre mis manos… la pluma
del talapo/ para que sepan que soy yo”… (Pág.
87)
En torno a este libro publicado, el
escritor Alfonso Velis Tobar, afirma:“según
lo leído entre los jóvenes, tanto en la poética (como) en la narración, navegan
en una literatura que se apoya en la tendencia del surrealismo social y
narrativa crítica, mientras que en poesía impera lo existencial… aunque antes
ha dicho que capta la ausencia de crítica literaria”… (38)
… Aprovecho mi estudio analítico para lanzar un GRITO DE ALERTA a
la crisis de algunos fenómenos literario salvadoreño… es lamentable, por
ejemplo, la crisis de una historiografía en torno a crear el proyecto “Historia
social de la literatura salvadoreña.” (39)
De acuerdo a Velis Tobar: “A medida que vengan los años, estos poetas
irán encontrando su personalidad con cierto prestigio y pienso que deben
ampliar los motivos de su poesía, enriqueciéndola con parámetros propios de su
época, si es que tienen conciencia de su vocación creadora”… “porque ante los
problemas sociales deben manifestarse, romper, encontrar su propia manera de
manifestar su expresión”… (40)
El investigador y académico Rafael
Lara Martínez (Premio Nacional de Cultura 2011), en relación al volumen
comentado, reseña: “un grupo de poetas,
lejos de todo compromiso directo con la lucha armada, escribe sobre su
situación vivencial en el mundo. Su poesía crea un espacio autorreferencial y
autobiográfico singular. Esta reclusión hasta lo personal no significa
exclusión de lo político”… (41)
Cerramos nuestro espacio con la
ilusión de que tanto los publicados en Una madrugada del Siglo XXI, de Vladimir
Amaya, y Poetas lunáticos noventeros de la posguerra, de Alfonso Fajardo,
Carlos Clará y Mauricio Antonio Vallejo Márquez, hagan suya la bandera
generacional de la literatura salvadoreña que han asumido.
También les recuerdo y aclaro que no
se trata sólo de elaborar bonitas metáforas y símiles, sino hacer suyo el verbo
correspondiendo a ese deseo de poner el dedo en la llaga sobre diversas cosas
que afectan al conglomerado, que la literatura no es moda, por lo tanto –sin
ser clarividente- estoy seguro que muchos desaparecerán del mapa, o ya
graduados echarán por la borda todo su esfuerzo por “acaparar los flasches”.
Lo que si no se debe olvidar es que el
poeta tiene una sensibilidad muy grande, y aunque no todos harán como hizo el
poeta Ulises Masis en su libro Amo mi soledad, de meter el soneto al mercado en
donde fluye la vida llena de esperanza, al menos deben ser consecuentes con su
canto.
Bibliografía consultada
1) Fajardo. Alfonso, Generación de los
poetas de los noventa o Generación dispersa, una fractura… Suplemento Cultural
3000, Diario Colatino, Pág. 5, sábado 14 de marzo de 2012.
2) Fajardo. Alfonso, Generación de los
poetas de los noventas o Generación dispersa, una fractura… Suplemento Cultural
3000, Diario Colatino, Pág. 5, sábado 24 de marzo de 2012.
3) Amaya. Vladimir, 50 años de poesía
joven en El Salvador, publicado el sábado 4 y 10 de junio de 2011 en el Diario
Colatino, Suplemento Cultural 3000.
4) Amaya. Vladimir, 50 años de poesía
joven en El Salvador, publicado el sábado 4 y 10 de junio de 2011 en el Diario
Colatino, Suplemento Cultural 3000.
5) Castellanos Moya. Horacio, La Margarita
Emocionante, Editorial Universitaria.
6) Cea. José Roberto, Poetas Jóvenes de El
Salvador, Ediciones El Tigre de Sol.
7) Cea. José Roberto, Poetas Jóvenes de El
Salvador, Ediciones El Tigre de Sol.
8) Ediciones Los Cinco, De aquí en
adelante. Roberto Armijo, José Roberto Cea, Manlio Argueta, Tirso Canales y
Alfonso Quijadurías.
9) Castellanos Moya. Horacio, La Margarita
Emocionante, Editorial Universitaria.
10) Valle. José Luis, 25 Poetas Jóvenes de
El Salvador en 1970, Ministerio de Educación.
11) Valle. José Luis, 25 Poetas Jóvenes de
El Salvador en 1970, Ministerio de Educación.
12) Cea. José Roberto, Antología de la
poesía en El Salvador, Editorial Universitaria.
13) Cea. José Roberto, Antología de la
poesía en El Salvador, Editorial Universitaria.
14) Cea. José Roberto, Antología de la
poesía en El Salvador, Editorial Universitaria.
15) Castellanos Moya. Horacio, La
Margarita Emocionante, Editorial Universitaria.
16) Castellanos Moya. Horacio, La
Margarita Emocionante, Editorial Universitaria.
17) Castellanos Moya. Horacio, La
Margarita Emocionante, Editorial Universitaria.
18) Salvadoreña. Asociación de Escritores,
Poesía Salvadoreña 1963-1973, Impresores Editores, México.
19) Castellanos Moya. Horacio, La
Margarita Emocionante, Editorial Universitaria
20) Vargas Méndez. Jorge / Morasan. J. A.,
Literatura salvadoreña 1960-2000, Homenaje, ediciones Venado del Bosque, 2008)
21) Vargas Méndez. Jorge / Morasan. J. A.,
Literatura salvadoreña 1960-2000, Homenaje, ediciones Venado del Bosque, 2008)
22) Castellanos Moya. Horacio, La
Margarita Emocionante, Editorial Universitaria
23) Castellanos Moya. Horacio, La
Margarita Emocionante, Editorial Universitaria
24) Merino. José Luis. Comandante Ramiro
(Revelaciones de un guerrillero y líder revolucionario salvadoreño). Editorial
Ocean Sur.
25) Vargas Méndez/ J. A. Morasan,
Literatura salvadoreña 1960-2000, Homenaje, ediciones Venado del Bosque, 2008)
26) Vargas Méndez. Jorge / Morasan. J. A.,
Literatura salvadoreña 1960-2000, Homenaje, ediciones Venado del Bosque, 2008)
27) Dalton. Roque, fragmento de un poema
sacado del libro Poemas clandestinos.
28) Lindo, Ricardo. Prólogo al libro Alba
de otro milenio, Dirección de Publicaciones e Impresos.
29) Menjívar Ochoa. Rafael,
www.https://Tribulaciones y Asteriscos.blogspot.com (abril de 2010)
30) Menjívar Ochoa. Rafael,
www.https://Tribulaciones y Asteriscos.blogspot.com (abril de 2010)
31) Chávez. Luis Antonio, Prólogo a la
antología Primavera entre versos, Dirección de Publicaciones e impresos.
32) Amaya. Vladimir, 50 años de poesía
joven en El Salvador. (Diario Colatino, sábado 4 y 10 de junio de 2011
Suplemento Cultural 3000.
33) Amaya. Vladimir, 50 años de poesía
joven en El Salvador. (Diario Colatino, sábado 4 y 10 de junio de 2011
Suplemento Cultural 3000.
34) Amaya. Vladimir, 50 años de poesía
joven en El Salvador. (Diario Colatino, sábado 4 y 10 de junio de 2011
Suplemento Cultural 3000.
35) Velis Tobar. Alfonso, Diario Colatino,
Suplemento Cultural 3000, Promoción de posguerra 1980-1992
36) Velis Tobar. Alfonso, Diario Colatino,
Suplemento Cultural 3000, Promoción de posguerra 1980-1992
37) Alfaro. William, Poema cortesía del
autor para este artículo.
38) Velis Tobar. Alfonso, Diario Colatino,
Suplemento Cultural 3000, Promoción de posguerra 1980-1992, Pág. 8, 30 de junio de 2012.
39) Velis Tobar. Alfonso, Diario Colatino,
Suplemento Cultural 3000, Promoción de posguerra 1980-1992, Pág. 8, 30 de junio de 2012.
40) Velis Tobar. Alfonso, Diario Colatino,
Suplemento Cultural 3000, Promoción de posguerra 1980-1992, Pág. 8, 30 de junio de 2012.
41) Lara Martínez. Rafael, Entre la
generación del gonce Violencia de la guerra-violencia de la paz, Suplemento
Cultural 3000, diario Co Latino, Pág. 5, sábado 18 de febrero de 2012.
* Luis Antonio Chávez
Escritor y periodista
Ciudad de los Quemados
Julio 18 de 2012
El poeta Luis Antonio Chávez, en León, Nicaragua, en el año 2011, donde fue invitado a participar en el IX Simposio Dariano, dedicado al poeta Rubén Darío. (Foto cortesía de Nancy Flores).
En una de las fuentes que citas, Suplemento Cultural Tres Mil del Diario Co Latino, del sabado 14 de marzo de 2012, Alfonso Fajardo hace referencia al Taller Literario Simiente, el cual esta ausente en tu texto. Es una omision o algo intencional
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